Leónidas, iluminado por el resplandor de una hoguera, reflexiona en su impenetrable mundo interior: «No hay retirada, no hay rendición. Ésa es la ley de Esparta. Permaneceremos, lucharemos y moriremos». Los últimos soldados del caudillo espartano son masacrados por una lluvia torrencial de flechas persas. Un mar de sangre se filtra por el suelo del paso de las Termópilas, reseco por el insoportable calor de agosto. Año 480 antes de Cristo. Un sacrificio que vale la libertad de un pueblo.
En mayo de 1998, Frank Miller empezó a publicar mensualmente los cinco cómics que componen 300, una historia de aventuras sobre la resistencia que los espartanos -en realidad todas las ciudades estado griegas- opusieron a los invasores persas en el estrecho desfiladero de las Termópilas.
Un episodio del que dejó reflejo Herodoto y que Miller se encarga de retorcer para enaltecer la heroicidad del rey de Esparta, Leónidas, y su pueblo.
La realidad cuenta que el rey persa Jerjes se lanzó a la conquista de Grecia, y Atenas pidió ayuda al rey de los espartanos para retener el ataque. Leónidas congregó a sus mejores 300 hombres y se encaminó hacia el paso de las Termópilas, camino inevitable para cruzar Grecia de Norte a Sur. En ello se centra Miller, pero lo cierto es que el líder espartano contó con la ayuda de unos 4.000 soldados de diferentes polis.
Insuficiente, a primera vista, si se tiene en cuenta que los historiadores calculan que el enemigo acumulaba una indestructible, a priori, fuerza de entre 250.000 y un millón de soldados. Los espartanos aguantaron. Al cuarto día, Jerjes, sorprendido de que la fuerza enemiga no se replegara ante su inmenso desafío, envió un emisario y Leónidas le respondió que si los persas querían sus armas, fueran a buscarlas.
Empezó una batalla emblemática, en la que muchos han visto el paradigma de la defensa de los valores occidentales. En un pasaje de la historia de Miller, Leónidas pone en valor la necesidad de un ejército y dice: «De la democracia se ocupan los atenienses». Cuatro días de resistencia. Cuatro. Si murieron o no todos los espartanos -y el resto de soldados- queda en discusión para los historiadores.
Lo cierto es que ahora Zack Snyder, un director que a los 11 años quedó fascinado por La guerra de las galaxias, ha decidido llevar a la pantalla el cómic de Miller y la historia de los 300 espartanos capitaneados por Leónidas.
Y escribir aquí llevar a la pantalla es lo más fiel que se puede decir, porque la película, que lleva tres fines de semana consecutivos liderando la taquilla estadounidense y ha recaudado ya 110 millones de euros, es una réplica prácticamente exacta -fotograma arriba, fotograma abajo- del guión de Miller. No sólo en la estética, sino en los diálogos que salen de boca de Leónidas (Gerald Butler), de la Reina Gorgo (Lena Headay) y de Jerjes (Rodrigo Santoro).
Snyder ha rodado toda la película en estudio, excepto una escena con caballos que le obligó a abrir las puertas. A los actores se los rodaba en un espacio vacío de fondo azul que, más tarde, el director y su equipo transformaban en escenarios fabulosos con la ayuda de ordenadores.
Esto le ha permitido a Snyder conseguir cielos imposibles, texturas y matices desconcertantes y fieles -idénticos, en casos- a los dibujos del cómic. Butler comentaba esta misma semana ante los medios de comunicación en Londres que «ha sido un reto para la imaginación» trabajar sin referencia alguna. «Hay que actuar sin tener en cuenta lo que hay detrás», añadió.
La historia de 300 comienza con una atroz selección de bebés. Sí, a los recién nacidos a los que se considera inútiles se los despeña. Hay uno, clave en la película, que sobrevive. El deforme Efialtes, que, rechazado por Leónidas antes de la lucha, traiciona a los espartanos y se une a Jerjes. Es él quien le indica al rey persa el punto flaco de sus enemigos: un posible paso en las Termópilas que permitirá rodear a los hombres de Leónidas y derrotarlos.
Una victoria que llega tarde, porque las fuerzas de Jerjes están destruidas moralmente y el resto de los griegos ha tenido el tiempo necesario para organizarse y presentar una fuerza mayor ante los persas. Es lo que cuenta el cómic. Es lo que cuenta 300.
La película habla no sólo de fortaleza -el trabajo físico de los actores durante los cuatro o cinco meses antes del rodaje se nota en cada abdominal y cada bíceps- de los espartanos, sino de su lealtad, su lucha por la libertad, su resistencia a ser convertidos en esclavos.
Sangre a raudales, sexo en dosis románticas y violentas, traiciones, valor, peleas, mutilaciones... Suficiente para recaudar millones y millones en su primera semana en los cines de Estados Unidos.
Suficiente, también, para que el Gobierno iraní haya acusado a Hollywood de construir una película que forma parte de la guerra psicológica del Gobierno de EEUU contra su país.