Ballet Nacional de España
Obras: Caprichos (Fernando Romero/ Juan M. Cañizares y Juan J. Amador), Dualia (Rojas y Rodríguez/ José Nieto) y Cambalache (Antonio Canales/ Livio Gianola)./ Iluminación y vestuario: Joan Teixidó y Sonia Grande (Caprichos), David Pérez y Rosa García Andujar (Dualia), y Jan Teixidó y Ivonne Blake (Cambalache)./ Escenario: Teatro de La Zarzuela.
Calificación: ***
MADRID.- Tres coreógrafos invitados han llenado el programa de nuestra compañía nacional española en Madrid y sus obras tienen diferencias y aproximaciones evidentes. Entre las primeras, el uso que hacen del espacio dinámico y de los gestos embutidos entre esas dinámicas, no en cuanto a diseño sino por su calidad de ayuda o interferencia del movimiento. En las coincidencias, llama la atención el gusto por el oscuro y el enfoque teatral elegido, con los bailarines que parecen llegar y marchar en el vacío del tiempo, como presencias que siempre están y estarán en transformación.
La transformación o actualización de la danza española es más fácil en el flamenco, por su componente visceral, pero más comprometida cuanto más depurada. En todo caso, llega a golpes de imaginación de los autores nuevos, del aprovechamiento de sus experiencias y saberes, y también en alto grado, con la prolongación, en los otros, del estilo y el movimiento natural que el coreógrafo desplegó como bailarín.
En Caprichos, la imaginación está en la rondeña de Miguel Angel Corbacho y Elena Algado, con un bonito diseño de línea, y la expresividad se palpa también en el trío de la Milonga. La danza de grupo adolece sin embargo de un exceso de gesto y de ejercicio físico que emborrona las evoluciones e impide al conjunto reposar y dar presencia a esa danza encorsetada y seca.
Si la iluminación y el vestuario dieron empaque a esta primera pieza, aún falta de pulimento y matices, las mismas ayudas escénicas a una buena coreografía le aportan el éxito redondo. Esto ocurrió con Dualia, una pieza sólida y fresca, en la que la música y la danza se encuentran en un espacio común de referencias antiguas y enfoque moderno. Está construida sobre el baile de parejas y con una dualidad de géneros de baile, matizada en formas y armónica.
La coreografía tiene un diseño espacial fantástico, baraja muy bien el ímpetu y la delicadeza de la escena, y se disfruta de su limpieza de trazo, con apuntes de riqueza antigua y también unos acertados golpes de efecto visual que buscan penetrar desde un estatismo llevado hacia dentro, concentrando la emisión del movimiento.
José Nieto se lo sirve todo en bandeja con tensión sonora y ritmo. Su partitura guía a los coreógrafos en ese camino sinfónico, brillante y de atrás adelante en el tiempo. El vestuario del grupo costumbrista nos lleva a Sorolla y sus estampas, y dos batas de cola en rojo azabache, a la dualidad del baile. Rojas y Rodríguez demuestran toda su gama de registros, en gran medida aprendidos junto a José Antonio, y le hacen honor.