REAL MADRID 2
NASTIC 0
Casillas
Salgado
Helguera
Cannavaro
Torres
Diarra
Guti
Raúl
Higuaín
Cassano
Van Nistelrooy
Cambios: Robinho por Cassano (min. 46)
Marcelo por Higuaín (min. 79)
De la Red por Raúl (min. 88)
s.c.
Bizzarri
Calvo
César Navas
s.c.
David
Marco
Chabaud
Juan Díaz
Campano
Pinilla
Cuéllar
Rubén Castro
Cambios: Ismael por Pinilla (min. 60)
Merino por Campano (min. 74)
Matellán por Juan Díaz
s.c.
Arbitro: Iturralde González
Tarjetas amarillas: David García, Pinilla, Salgado, Cannavaro.
Tarjetas rojas: César Navas (min. 8).
Goles: 1-0: Robinho (min. 56). 2-0: David García, en propia puerta (min. 83).
SANTIAGO BERNABÉU. CASI LLENO.
MADRID.- Una vez consumada la hazaña de derrotar al equipo clasificado en el puesto 19, que jugó con un hombre menos durante 82 minutos, el Real Madrid puede pensar en la conquista inmediata de la Liga, la Copa de Europa, la Intercontinental e incluso el Teresa Herrera si se pone por delante. Sí, decididamente, hay otro aire en el Bernabéu. Bien es verdad que la afición protestó porque en algunos momentos no se ofreció ese juego prometido a lo largo de la semana, una mezcla de Ajax de los 70, Brasil de Pelé, Quinta del Buitre y Dream team, pero tampoco se puede esperar todo de un equipo que ha sido capaz de empatar con el Betis y el Getafe y de perder con el Levante o el Recreativo. Calma.
Pasados esos partidos anecdóticos, la conjura que comenzó a gestarse tras el empate en el Camp Nou y que, por supuesto, no tiene aspecto de prefabricada ni alambicada, comienza a dar sus frutos. Un 2-0 a un Nàstic con 10 es la ruta adecuada para creer en un proyecto ganador. Qué más dan unos cuantos tropiezos o un fútbol miserable si sigue viva la llama y La Cibeles permanece ilusionada a la espera de los campeones.
Sí, la campaña creada para convencer al madridismo de que este Real es el más grande de los últimos 100 años, todavía tiene mucho camino por recorrer. No hay que apresurarse, aunque debe admitirse que los primeros 45 minutos se parecieron sospechosamente a los 10 últimos partidos de Liga. La grada se enfadó y pitó, el rival se envalentonó y el Madrid fue incapaz de hilvanar tres combinaciones seguidas con sentido. Ni siquiera en superioridad numérica apareció ese espíritu de Juanito al que apelaron los inasequibles al desaliento para despertar a las masas destrozadas por el sopor.
Probablemente, todo fue un engaño para que los rivales no se confíen. El caso es que Van Nistelrooy apareció en el balcón del área tras un pase de Cassano y Navas le derribó. Algunos pidieron penalti, el árbitro concedió la falta por la primera entrada de Navas antes de que el holandés traspasara la línea y la roja posterior al central del Nàstic dejó a su equipo en inferioridad numérica y con la marca del cordero que está punto de adentrarse en el matadero.
Para este nuevo Super Madrid que ha nacido tras el empate a tres en el Camp Nou habría sido muy sencillo ensañarse con su modesto rival, fabricar un 5-0 y haber dado señales de vida. No, lo mejor era disimular, hacer ver que el equipo juega tan mal como siempre, que no existen ni novilidad ni desmarque, que los delanteros se empeñan en seguir las instrucciones de Capello y que aparecen siempre marcando al lateral rival y nunca en zonas de remate. Se trataba, en fin, de mantener las apariencias y de convencer al enemigo de que Capello sigue al mando y de que el nuevo espíritu post Camp Nou no ha aparecido.
Para mantener viva la añagaza, el Madrid renunció al balón, como siempre, y se dedicó a ver cómo su rival manejaba la cuestión, adelantaba metros, y se lanzaba al ruedo dispuesto a ganar. Flores, que tiene más mérito que algún técnico campeón de Europa, retrasó a uno de sus mediocentros defensivos, Chabaud, y mantuvo el armazón de su equipo. Juan Díaz se bastó para dominar la zona central, Pinilla inquietó entre líneas y Rubén Castro mantuvo en alerta a Helguera y Cannavaro. El Madrid sólo se sostuvo por el esfuerzo de Guti, recuperador y asistente sin acompañamiento, y en ocasiones pareció desarbolado, a merced de su modesto enemigo. Lo ideal para despistar en esta nueva etapa de éxitos.
Bizzarri sólo tuvo que aparecer ante un intencionado cabezazo de Raúl. Casillas tuvo más trabajo y el Nàstic creyó en el milagro. Pero su ilusión no podía durar demasiado. En la segunda parte, cedió por su gran desgaste físico, por su evidente incapacidad para salir vivo del Bernabéu y porque a Robinho le dieron permiso para abandonar el banquillo e inventar.
En medio del desierto, Robinho apareció con una cantimplora y una brújula. Al menos, por fin se dio juego a un tipo que encara, trata de inventar y presenta una propuesta diferente y fresca. Lo hizo todo bien, lo que probablemente indignó al técnico que le mantiene como suplente y prescindible y prefiere a tipos como Higuaín, capaces de fallar cuatro controles, tres remates sencillos y varios goles cantados.
Robinho remachó un tiro fallido de Van Nistelrooy que le encontró por el camino y rompió el empate. Después remató al palo desde fuera del área y desde una monumental vaselina con destino a Salgado, comenzó a fabricar el autogol creado entre Raúl y David García. Revolucionó e ilusionó aprovechando el bajón físico del rival. De su mano, el Madrid por fin se sintió seguro, abusó del agotado rival y venció. Era lo previsto. Una hazaña madridista. Tras el Nàstic, que pase Brasil. O quien sea, que no hay quien pueda con este nuevo espíritu blanco.