Robinho se recorrió la mitad del campo para encontrarse con su compatriota, cada vez con un aspecto más lastimoso. El abrazo fue el único momento en que la afición pudo ver a un futbolista definitivamente maldito que, a no ser que cambie radicalmente el panorama no volverá a jugar en casa. En cierta manera, Emerson produce pena, cinco millones de euros de ficha al margen. Cuando se fue toda la gente del Bernabéu, el veterano centrocampista, con ese aspecto de estar doblado por los achaques, sí que se atrevió a saltar al césped. Lo hizo acompañado por uno de los colaboradores técnicos de Capello. Allí se dio unas cuantas carreras con un trote cansino, estiró levemente y se metió para la caseta. Hoy tendrá la oportunidad de jugar un poquito, lejos de Madrid por supuesto; lo hará en el partido benéfico que se celebra en Marsella entre los combinados que se reúnen anualmente entorno a Ronaldo y a Zidane.

A Robinho sí que se le vio, y la gente disfrutó con él. Fue el más peligroso del Real Madrid. Lo aplaudieron sus propios compañeros y lo admitieron sus rivales, aunque con un pero polémico. Varios jugadores del conjunto catalán abandonaron el Bernabéu con las ganas de haber dado un pellizco al eléctrico atacante madridista. Se quejaron apretando los dientes de lo que entendieron un comportamiento poco deportivo. «Ganar sí, pero no burlarse, y Robinho no ha estado bien en ese sentido. Cuando ya ganaban 2-0 y el partido estaba terminando, intentó cosas que no venían a cuento. Nosotros habíamos estado con 10 todo el encuentro y no había necesidad de hacer lo que hizo. No estuvo bien», afirmó uno de los mejores de la noche, David García.

Otros compañeros suyos se expresaron de forma similar y algunos dejaron caer un gesto de autocrítica en este punto que, como mínimo, es discutible: «Teníamos que haberle enseñado un poco los dientes para que no se creciera tanto», afirmó uno de los defensas.

Capello habló muy poquito o nada de Robinho, y la verdad es que no quiso sacar pecho por un triunfo que gustó a muy poca gente. «No hemos estado bien, especialmente en la primera parte». Para el entrenador, el problema de su Madrid sigue siendo más psicológico que otra cosa. «Nos cuesta muchísimo, y no tiene nada que ver nuestro rendimiento con el que mostramos fuera de casa. Es un asunto complicado, pero que espero que se solucione». Los jugadores, salvo los seis que se marchan con sus selecciones, descansarán cinco días (no continuos) en los próximos ocho.