Al burro Romero los niños le toquetean las orejas y el lomo como si fuera el osito de Mimosín. «Los niños están encantados. Los padres que vienen por la Casa de Campo dicen que para que los niños vean ovejas y burros tienen que pagar en granjas escuela», dice Julio de la Losa, abulense, tez curtida por el implacable sol, el pastor que desde 2005 transita varios meses al año por la Casa de Campo con sus 1.100 ovejas merinas trashumantes y 200 corderos.
Dice Julio que últimamente anda con «muchos nervios». El Ayuntamiento ha iniciado un proceso administrativo para rescindir el contrato que firmó con él para el aprovechamiento de los pastos de las laderas más verdes de la capital. Según Federico Sepúlveda, director de Patrimonio Verde del Ayuntamiento, Julio «ha incumplido el contrato». Que si las ovejas pastan por zonas protegidas y han dañado árboles. Que si los animales han estado sin vigilancia. Que si sus perros no tienen permiso, y por último: que ha colado a su burro cuando sólo tiene permitido ganado lanar.
Al pastor es mentarle lo de Romero y se pone en tensión. «¡Pufff! En eso, igual tienen razón, pero... ¡si por aquí todos los días ves a gente con caballo! Dime, ¿qué mal hace mi burro?». El abulense vive su incertidumbre de rumores. «He tenido que buscar un abogado, pero todavía no le han contestado desde el Ayuntamiento», explica apesadumbrado; él, cuyas reglas, llanas pero honradas, piensan que eso de rescindir contratos no es de ley, sobre todo cuando las ovejas hacen tanto bien, como admite el Ayuntamiento.
«Las ovejas son ecológicas. Dan abono a la hierba y, al comerla, disminuye el combustible para posibles incendios», explica Julio, que se siente arropado: «Los madrileños están conmigo, están orgullosos de las ovejas y del burro». El pastor dice que no ha incumplido el acuerdo. «En el contrato no venía nada de zonas acotadas y las ovejas no están descontroladas. Tienen que pastar separadas para no atacar al monte».
Su abogado, Borja Paredes, incide en ese argumento. «Los terrenos que dicen que están protegidos no están físicamente delimitados con vallas; además Julio tuvo constancia de esas zonas en un anexo que le dieron después de firmar el contrato», explica Paredes, que dice que si las ovejas han podido dañar árboles reforestados es porque «no se han protegido». Sobre el supuesto descontrol de los animales, «el contrato no especifica que tenga que estar él constantemente con ellas. Además, ¡si son 1.100 ovejas!», indica.
Desde el Ayuntamiento afirman también que De la Losa no respetó la época de pastoreo el año pasado, del 1 de noviembre al 30 de mayo, y se quedó más tiempo. «Eso es mentira. Yo, el 22 de mayo del año pasado, estaba en Buitrago con la trashumancia de la Comunidad», exclama Julio, que por cuatro años de uso de la Casa de Campo paga 48.000 euros.
Durante los últimos dos años, la Unidad de Medio Ambiente de la Policía Municipal le ha puesto 39 multas. Sanciones por tener los perros sin permiso, por abandonar el ganado, por la invasión de ovejas en las carreteras... El pastor se queja de que le están haciendo la vida imposible. «Me tuvieron encerradas las ovejas 48 horas porque decían que no reunían las condiciones sanitarias. ¡Pero si tienen todos los controles pasados! Tienen la carta verde y están vacunadas contra la lengua azul», dice Julio, que cree que le quieren echar para meter máquinas para cortar el césped.
Borja Paredes también piensa que quieren deshacerse de Julio. «Le han quitado el código de pastos y han reconocido que no había lugar para ello. Todavía no se lo han devuelto. Sin él, no puede vender cabezas de ganado, lo cual es un daño enorme», aclara Paredes. Mientras, Julio, que recoge firmas de apoyo, piensa que su despido es una afrenta a los pastores. «Si me rescinden el contrato, no pasará ninguna oveja por La Castellana».
El Ayuntamiento no aclara si se contratará a otro pastor o si se anulará el contrato, que expira en 2008. «El pasto de las ovejas es favorable para la Casa de Campo siempre que sea ordenado. Ahora mismo estamos en este proceso y hay que respetarlo», dice Sepúlveda.