Lunes, 19 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6301.
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Ocio / Gastronomía
Coliflor, te quiero
La localidad de Griñón cumple 25 años homenajeando a su más famosa hortaliza y a quienes las cultivan con una celebración en la que se reparten entre vecinos y visitantes cientos de piezas y con una macrodegustación gratuita
MARIA MONTES

Un camión lleno de coliflores y tapas gratis: con estas dos razones se ha mantenido durante 25 años una de las fiestas más grandes de Griñón. Una vez al año, los griñonenses homenajean al vegetal que les dio renombre y a los hombres que aún la siguen cultivando.

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Celebran una misa, dan discursos, las colifloreras mayores salen a las calles con sus mejores trajes y la banda de música ameniza la fiesta. Pero lo que de verdad motiva a los vecinos a salir de sus casas es el gran camión que en medio de la plaza reparte coliflores a todo el que consiga llegar al principio de la cola. Ayer se repartieron 700 unidades. Se acabaron en menos de 20 minutos.

Entre los que esperaban para los platos cocinados y los que preferían las hortalizas recién recogidas para prepararlas en casa, las colas daban la vuelta a la plaza. Pero nadie pasaba a la degustación sin una o dos coliflores bajo el brazo. Cargados con bolsas, eran pocos los vecinos que se conformaban con una sola pieza. La mayoría cogía dos o tres: «Para mis nietas»; «para mi madre»; «para unos amigos»... Todos tenían un excusa a mano para asaltar el camión. «Lo mejor es que a muchos ni siquiera les gusta, pero se vuelven locos, parece que no hayan comido en su vida», señalaba la concejala de Cultura, María Fernanda Gamo.

La idea del reparto es que cada familia se lleve una coliflor a casa para que compruebe su calidad, pero allí se repartían a pares y se hacían varios viajes para que, al volver a casa, todos se llevaran, al menos, una por cabeza. «He venido con mi familia. Yo me llevo una, pero entre todos hemos cogido cuatro», apuntaba un chico mientras probaba la tortilla de coliflor.

Los primeros años de la fiesta, las coliflores se ofrecían a los forasteros que habían oído hablar de la celebración y se acercaban al municipio. Las colifloreras comenzaban a trabajar desde primera hora de la mañana. Se plantaban a la entrada del pueblo, en la carretera de Humanes, y allí, como el que va a una hamburguesería de autoservicio, servían las coliflores a través de las ventanillas de los coches. Ahora, con 25 años de experiencia, saben que es mejor localizar la fiesta en la plaza Mayor.

Para muchos era la primera vez que pisaban Griñón, y lo hacían en su día grande. «Me ha encantado el pueblo. El año que viene vuelvo, porque la coliflor no me va a durar tanto», bromeaba un visitante.

La Fiesta de la Coliflor homenajea a los agricultores, pero en Griñón ya no quedan más de dos o tres personas que cultiven la hortaliza. José Pérez es uno de ellos. Haciendo cuentas, lleva en la agricultura casi los mismos años que subido al camión repartiendo coliflores: 25. Sabe que el clima de Griñón es el ideal para esta verdura. Por esto, y aunque cada vez menos, siempre reserva una parte de sus hectáreas para plantar coliflores.

Como regalo por los 25 años de tradición, se está preparando un libro que recoge la historia y las curiosidades de la coliflor. Miguel Angel Almodóvar es el experto en gastronomía española que se va a encargar de que todo lo que se necesite saber sobre las coliflores y Griñón quede bien expuesto en Griñón en clave de coliflor.

La obra comienza con una introducción histórica. Más adelante, narra el amor que le tenía Luis XIV, las fobias de Freud con la hortaliza, que ni siquiera se podía nombrar en su presencia, recetas, virtudes nutricionales y cómo Giuseppe Pujol se hizo de oro con el «único pero» de la verdura: la flatulencia.

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