ISABEL SAN SEBASTIAN
Yo tampoco comprendí en su momento que Sadam Husein se convirtiera en blanco de una guerra contra el terrorismo islamista que él no patrocinaba, ni respaldé el apoyo que el Ejecutivo de Aznar otorgó a la contienda al margen de la ONU. Dicho esto, me gustaría que alguien me explicara dónde está la utilidad de manifestarse hoy por las calles de Madrid contra un conflicto en el que no tenemos participación alguna, ni capacidad de decisión, ni la más remota influencia. ¿Existe algún otro motivo para esa marcha que no sea «contraprogramar» las convocadas contra la negociacón del Ejecutivo con ETA y mantener abierto un frente de ataque al PP que ya se resolvió con las elecciones de 2004?
Resulta admirable (y sospechosa) la constancia de RTVE en mantenernos informados al detalle de lo que sucede en el país del Tigris y el Éufrates. A diferencia de Afganistán, donde España mantiene un contingente militar en misiones con riesgo cierto de entrar en combate, por mucho que se nos repita que en realidad sus integrantes son miembros de una ONG, no hay un solo soldado español en Irak desde hace más de tres años y muy escasos, por no decir nulos, intereses comerciales. ¿A qué es debido entonces ese seguimiento incesante que no merece la cuna de los talibanes? ¿Por qué nada se nos cuenta del genocidio que está llevando a cabo el Gobierno de Sudán en la region de Darfur y que relataba con letras de sangre en estas mismas páginas Bernard Henri Lévy hace unos días? ¿Acaso aquella es una guerra de segunda y la de Irak tiene más «categoría», o es que los muertos de ambas tragedias no tienen el mismo valor? ¿Y no será que a falta de munición renovada hay que aferrarse a los viejos valores de probada eficacia para desgastar a una oposición que empieza a ponerse molesta en las encuestas?
Si algo caracteriza a la izquierda española son los dobles raseros con que mide las cosas en función de sus propios prejuicios. Por ejemplo, si un periódico danés publica unas caricaturas de Mahoma mientras el presidente Zapatero está promocionando por el mundo su Alianza de Civilizaciones, los dibujos son «rechazables desde un punto de vista moral y político». Si un presunto fotógrafo español llena de imágenes gravemente flasfemas para millones de cristianos un catálogo subvencionado con fondos de la Junta de Extremadura, los «abajofirmantes» de plantilla salen en tropel a defender la «libertad de expresión» y combatir la «censura». ¿En qué quedamos? Algunos apostamos por la libertad en todos los casos, aunque abogamos por que cada cual se pague la suya de su bolsillo.
|