FRANCISCO UMBRAL
Vuelve en estos días a la actualidad la movida femenina, lo que quiere decir que ellas se echan de nuevo a la calle para copar puestos de trabajo, puestos de lucimiento e incluso muchos puestos meramente decorativos, que van desde las modelos de El Corte Inglés hasta el patriotismo de las Fuerzas Armadas, que son siempre pocas si tenemos en cuenta las heroicas levas que Zapatero mueve por el Medio Oriente para mejorar la calidad y la paridad.
Las mujeres tienen siempre el peligro de quedarse en mujercitas, aquellas adorables mujercitas de Luisa María Alcott. Hoy por hoy es cierto que la mujer se mueve más, sale a la calle, no se queda en casa cantando zarzuela como nuestras criadas, que se sabían todo el repertorio para torturar al vecindario. Pero hay una sociología de las españolas como hay una sociología de cualquier cosa. Si usted quiere vender muchas legumbres o mucha moda lo primero tiene que hacer la sociología del garbanzo o del pantalón vaquero. Ahora no se vende bien nada que no tenga su sociología. Hay muchas españolas que se han creído esto y se encuentran muy ajustadas, muy situadas en su empleo turístico o político. Parece que hay mucha movida porque ya se ha hecho sociología de todas las cosas, incluso sociología de la sociología. Estamos engañando a nuestras mujeres. Como dice Carmen Rigalt a las mujeres se las envía a poner la nota de color. Yo alargaría esa nota para decir que a unas les toca poner la nota de color y a otras las notas de sangre, que la sangre es el éxtasis de todo y mayormente de la muerte.
Hay revistas y canales ilustrados intensamente por todo lo que dicen y callan las revistas y televisiones. Nuestro compañero Angel Antonio Herrera vino de Albacete hace años a ganar el premio Adonais de poesía, pero se desvió hacia el reporterismo del corazón y gana mucho más dinero que todo el 27 junto. No sólo las mujercitas, pues, sino todo el que se deja moño hecho a la permanente acaba entregado a las orgías del chisme. El futbolista Raúl ha comprado la casa mortuoria de Rocío Jurado, que sólo la puede pagar un torero. Los que hacen carrera en este Madrid son los futbolistas, los toreros y los cronistas del corazón. Entre estos tres gremios hay que buscar el fogonazo de la prosperidad madrileña, que es la que ha comprado a las mujercitas de la movida hembra, que cuando van a una manifestación de derechas o de izquierdas piensan que están haciendo algo por la patria.
Pero detrás de todo esto está la conspiración política y detrás de esa conspiración viene la otra, o sea la económica, que primero descubrió al ama de casa como mercado aburrido y luego a todo esto le añadió un niño disfrazado de Caperucita. Por ahora, esos niños son el último mercado inagotable, pero si tomamos las lecturas adecuadas sabremos que después del niño imaginativo viene el amante bogartiano, que se está haciendo imprescindible, y con él se culmina la epopeya mercantil que empezara en el negociado de un ministerio y agoniza en otro negociado: el de los matrimonios homosexuales, gays y demás licencias. El señor Zapatero ha consumado otra de sus grandes ideas. Ahora, Extremadura.
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