JUAN GARCIA
Este país parece atacado de una fiebre movilizadora que va a hacer que a nuestro lado mayo del 68 parezca una tontería. Fíjense si no en la oferta que tenemos sobre la mesa: reunión «académica» el próximo jueves reivindicando un aeropuerto de El Prat más potente y el fin de semana pasado, como aperitivo de futuros actos, rotllana sardanística en torno a la Sagrada Família en pos de «un buen trazado para el AVE».
Si usted no tiene estos días la agenda más llena que un escritor que promociona su última novela es que pinta poco en esta nuestra comunidad, lo siento. Aunque también puede que sea un descreído y simplemente se haya limitado a rechazar las sucesivas invitaciones que le hayan ido llegando. Yo tal vez habría hecho lo mismo.Y es que no veo muy claro este fervor participativo en torno a un tema complicado como las infraestructuras. Puedo comprender que uno sea apasionado culé; si me apuran, puedo aceptar que uno sea fan de Paloma San Basilio o de José Tomás, pero que uno se declare un hooligan «pro Spanair» o «anti TGV por debajo de la Sagrada Família» me crea unas dudas insuperables.
Lo del aeropuerto finalmente parece que ha ido bajando de tono, gracias a la acción de algunas personas responsables, y el jueves 22 nos limitaremos a exponer varios argumentos, algunos más voluntaristas que otros, para que las administraciones apoyen el crecimiento de El Prat, al considerar que es una infraestructura básica para que Cataluña alcance el potencial que se le supone. Parece que la solución más fundamentalista defendida por algunos de convertir esa asamblea de notables es un memorial anti-Iberia, anti-AENA y anti no se sabe cuántas cosas no va a salir adelante, no porque la compañía española se haya hecho merecedora a nuestro cariño sino porque hoy por hoy es, a mucha distancia, el principal actor de El Prat y tan absurdo resultaría confiar al 100 % en ella como marginarla.
Pero si las posiciones que determinadas fuerzas han adoptado ante el futuro del aeropuerto barcelonés y el próximo reparto que debe haber de la Terminal Sur me resultan esperpénticas, las que se están produciendo en torno al trayecto del AVE a su paso por Barcelona me parecen abracadabrantes. Un grupo de personalidades se han dedicado a recoger firmas de otras personalidades con el loable fin de exigir «un buen trazado del AVE», dando por sentado que ello implica que el tren no pase por debajo del famoso templo expiatorio que no sé si Gaudí reconocería hoy como propio, pero éste es otro cantar.
De entrada, el objetivo que da nombre al Col·lectiu que lo promueve me resulta excesivamente equívoco. ¿Qué es un buen trazado? ¿Quién lo decidirá? ¿Los promotores, los firmantes, una asamblea popular? No lo dicen, sólo sabemos que el hecho de que pase por debajo de la Sagrada Família les parece una barrabasada, así lo afirma, por ejemplo, Antoni Puig Planas, uno de los empresarios firmantes.Pasemos por alto el oportunismo del manifiesto -las firmas se empezaron a recoger hace bastante tiempo pero se presentan ahora a dos meses de las elecciones municipales- y que algunas firmas pudieran haber llegado como por accidente -el doctor Valentí Fuster asegura que no recuerda haber avalado un debate del que cree que debe estar al margen-.
Lo que resulta difícil de obviar son los razonamientos que algunos dan para justificar su apoyo a tal reivindicación: que se ha decidido en Madrid (las autoridades de aquí han participado), que habitualmente hay mucha gente viendo el documento (como si los que visitan otras zonas de Barcelona fueran de segunda clase, por ejemplo) o que no hay seguridad (en cuyo caso no se debería hacer). A la vista de tales argumentos sólo se viene a la cabeza la pregunta de un amigo mío: ¿Contra qué molinos de viento está luchando esta gente?
|