Que Gina era transexual se sabía desde el primer día, el que dio su DNI y su tarjeta sanitaria con un nombre de hombre. La residencia de ancianos que despidió a Gina Serra de manera improcedente a los 10 días de empezar a trabajar negó ayer que actuara por motivos de discriminación, y aludió a una causa puramente profesional.
Según la demandada, Euroresidencias de Gestión, Serra era «brusca» y «poco delicada» y no pudo superar el período de prueba porque demostró que era «impermeable» al aprendizaje de la profesión.Además, generaba quejas de pacientes por su rudeza al cambiar de posición o mover a los ancianos, según la defensa de la residencia.
El juzgado social número 18 de Barcelona celebró ayer la vista de la demanda, en la Gina Serra reclama que la justicia declare nulo su despido y ordene la readmisión. La residencia demandada reconoció, en un acto de conciliación previo, que el despido había sido improcedente porque por un error administrativo no se había tramitado bien su contratación.
En cualquier caso, la demandada insiste en negar que vulnerara los derechos constitucionales de la despedida, que cuando fue contratada ya había aportado un curriculum profesional en el que se precisaba su antigua relación laboral con colectivos de transexuales.
En la demanda, Serra explica que no le dieron nunca uniforme para trabajar, ni le asignaron taquilla, y que le indicaron desde un primer momento que se tenía que cambiar de ropa en el lavabo y no en los vestuarios con las demás compañeras.
Las testigos, sin embargo, aseguraron ayer que no era la única sin uniforme ni taquilla, y que lo de cambiarse en el lavabo fue una propuesta que se hacía a todas las trabajadoras por si tenían pudor a desnudarse ante otras personas.
La demandada insistió ayer en demostrar su incapacidad profesional.Así, mientras la representante legal de la residencia señalaba que la empresa recibió «quejas verbales» por su trabajo, una auxiliar que compartió con Gina el turno de noche aseguró que «dentro de unos años, será mejor profesional» que todas las otras, pero que le costaba mucho aprender. «Era un turno difícil, con tres auxiliares para 100 enfermos, el 50% no pueden hablar», explicó Josefa. «No la podíamos dejar sola, nos daba miedo», añadió, ya que en algún caso había movido a los pacientes con brusquedad provocándoles morados.
La empresa asegura que decidió despedir a Gina cuando otra auxiliar de su turno presentó la dimisión por no poderse hacer responsable del servicio, ya que al no confiar en su nueva compañera, se veía obligada a asumir el doble de trabajo y eso llevaba a que, con el cambio de turno, se le pidieran explicaciones por los errores o percances generados por su sobrecarga laboral.
La supervisora del turno, por su parte, explicó que «no se veía que fuera a aprender» y que en el periodo de prueba se constató que «Gina necesitaba mucha práctica, cuando a nosotros lo que nos hacía falta era alguien para cubrir un puesto de trabajo».
Para la defensa de Gina, del gabinete jurídico de UGT, la residencia conculcó el principio de igualdad y de no discriminación que ampara la Constitución.