Martes, 20 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6302.
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Crean unos mosquitos que no pueden transmitir la malaria
Científicos de EEUU prueban que los que han sido manipulados para evitar la infección viven más y ponen más huevos que los silvestres
ROSA M. TRISTAN

MADRID.- Son insectos de laboratorio, pero con un potencial tremendo: unos nuevos mosquitos, resistentes al parásito de la malaria, han abierto otra puerta en la lucha contra una enfermedad que en las últimas décadas no deja de extenderse y causa la muerte de 3.000 niños cada día.

El culpable es un parásito que infecta la sangre y que transmiten las hembras de un mosquito tras picar a un enfermo.

Después de años de trabajo, el equipo de Mauro Toledo Marrelli, de la Universidad Jonhs Hopkins (EEUU), ha logrado desarrollar un mosquito transgénico Anopheles stephensi -especie que tiene el mismo papel transmisor entre los roedores que el A. gambiae entre los humanos- que es capaz de imponerse a sus congéneres silvestres.

No es la primera vez que los científicos manipulan estos insectos. Después de la secuenciación del genoma del A. gambiae en el año 2002, fueron muchos los investigadores que se pusieron manos a la obra para tratar de inutilizar su funesta función.

El año pasado el brasileño Luciano Andrade Moreira, del Centro de Investigación René Rachou, logró manipular a un pariente cercano: un mosquito (el Aedes fluviatilis) que transmite la malaria a las gallinas. Otros colegas -F. Catteruccia, J. Benton y Andrea Crisanti- también han conseguido crear Anopheles estériles que, además, tienen los testículos fluorescentes para poder distinguirlos de los normales. El problema, sin embargo, ha sido siempre que estos insectos de diseño no lograban tener la misma fertilidad y salud que los que no lo eran, por lo que no podían llegar a competir con ellos en un entorno natural.

Marrelli y sus colaboradores, según publican en la revista Proceedings of National Academy of Science (PNAS), han tenido más éxito con los modelos que han utilizado. En concreto, tomaron dos tipos de mosquitos Anopheles stephensis que tenían modificado un gen para impedir que se les desarrollara el Plasmodium berghei en su estómago. Este parásito es el que infecta de malaria a los roedores. Además, fueron manipulados para que sus ojos resultaran fluorescentes (siguiendo el ejemplo de Catteruccia y sus colegas) y así poder diferenciarlos de los no manipulados.

A continuación, tanto a los Anopheles transgénicos como a los silvestres los alimentaron con sangre de un roedor infectado de malaria y encerraron el mismo número de ejemplares de cada especie para ver cómo evolucionaban si compartían el espacio.

Nueve generaciones más tarde comprobaron que el 70% de los mosquitos era transgénico. De hecho, observaron que éstos disfrutaban de una vida más larga tanto en las colonias que se habían alimentado con sangre infectada como en las que no y que también tenían más huevos que los otros. «Estas ventajas tiene importantes implicaciones para estrategias de control de la malaria», afirman los autores de la investigación.

Para Agustín Benito, director del Centro Nacional de Medicina Tropical del Carlos III, es cierto que se abre una nueva línea de trabajo, pero no oculta algunos recelos. «Es lógico que entre los no transgénicos haya más mortalidad porque están infectados por el parásito. Además, habrá que ver si, en la naturaleza, los manipulados pueden reemplazar a los Anopheles gambiae, que son los transmisores de la malaria que afecta a más seres humanos», argumenta.

Su colega Antonio Alcina, del Instituto de Parasitología del CSIC, también cree que queda mucho trabajo pendiente: «Es un paso importante, pero el salto a un escenario más real, de malaria humana, requerirá más investigaciones. La estrategia de los mosquitos transgénicos podría ser un arma clave, pero difícilmente será 100% efectiva. Lo más importante es seleccionar una región pequeña y controlada para comprobar su eficacia».

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