VICTOR DE LA SERNA
El impagable Grupo Risa de la Cope dio ayer su merecido a Carlos y a su novia (la que nos dijo que Carlos ya no tenía problemas para ir al baño), es decir, a ese anuncio radiofónico que se puede oír en la misma emisora. Es sin duda el más grimoso de ese género de publicidad de crecepelos y disminuyebarrigas diversos, con testimonio científico incluido -bajo forma de entrevista con un profesor o doctor-, que tanto sigue abundando en nuestras ondas. Eso sí, es un género con solera, que mantiene vivo un eslabón con las tradiciones de la radio española.
Otros géneros publicitarios radiofónicos van perdiendo vigencia, incluidos los jingles -musicales o recitados- diversos que nos recuerdan los años 40 -como el de Cola Cao con «aquel negrito del Africa tropical» que hoy sería impensable por su incorrección política- o los años 70-80, como aquel insufrible «Bic naranja escribe fino, Bic cristal escribe normal. Bic, bic. Bic, bic, bic. Cuatro colores a elegir», que también veíamos por televisión.
En la radio, donde lo surrealista se entiende peor, la publicidad está evolucionando menos que en la televisión, donde estamos llegando al paroxismo de lo ininteligibe: hay que concentrarse para descubrir, de entrada, si lo que se anuncia es un coche o un banco. Parece que, ante la pérdida de interés y efectividad de los mensajes publicitarios, los técnicos han optado por enganchar a través de despliegues de originalidad hasta caer en lo absurdo. En la prensa escrita alternan los anuncios más clásicos -cuánto consume un coche...- con los de la nueva escuela surrealista.
Este cronista está aún digiriendo uno, de una cerveza, con la leyenda «La violencia no conduce a nada. Diego Alione, doble profesional». Otro invento moderno, Google, nos dice que el tal Alione es un sosias (no mucho, francamente) de Sylvester Stallone. ¿Y qué vende el abstruso mensaje? Los técnicos dirán: lo importante es que usted se haya fijado en el mensaje, y la prueba de ello es que lo cita aquí; era justo lo que buscábamos. Uno pensaría que buscaban vender cerveza, y no ve ninguna incitación a ello en el anuncio, pero... doctores tiene la Iglesia.
Algo parecido deben de haber pensado los participantes en un foro de internet que discutían hace meses sobre anuncios de ayer y de hoy. Uno de ellos se lamentaba amargamente:
«Los anuncios que no entiendo son los de Pepsi Max sin azúcar... ¿Qué tiene que ver una Pepsi con un tío que va cayendo por un edificio? ¿Qué tiene que ver una Pepsi con un tío disfrazado de plátano que baja en un paracaídas que pone 'eat bananas' hasta una selva con gorilas?».
Pues eso. (Lo que está claro es que los fabricantes de bebidas parecen particularmente aficionados a esta publicidad/Ionesco...).
P.S. Vaya nuestro agradecimiento a la Comunidad de Madrid, que acaba de cambiar su anuncio radiofónico sobre violencia doméstica, de forma que el malo ya no se llama Víctor. ¡Un alivio!
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