Desde la atalaya de su insobornable lucidez, Francisco Ayala recogió la semana pasada el testigo de los 101 años. Un fabuloso aniversario que ha celebrado inaugurando la sede de la fundación que lleva su nombre, en Granada. Y abrocha así los merecidos actos de su centenario.
El prestigioso ensayista y pensador acudió ayer al acto oficial en su ciudad natal «algo cansado», pero muy emocionado, y manifestó su «profundo agradecimiento» por todas las muestras de admiración y cariño «a pesar de que en este momento me encuentro contra el muro de la vida».
Tras estudiar varias opciones para la ubicación definitiva del legado creativo de este escritor, finalmente el edifico que albergará obra y objetos personales del universal granadino será el Palacete de Alcázar de Genil, construido en el siglo XII, cedido por la Junta de Andalucía y declarado Bien de Interés Cultural.
El principal objetivo de la fundación es la conservación y la difusión de la obra de Ayala y de los valores humanísticos plasmados en ella, además de promover el estudio y la difusión de su obra como precursor de la renovación de la prosa española de vanguardia, la narrativa y el ensayo del exilio, el pensamiento social, la teoría y la historia literaria.
La fundación alberga una biblioteca abierta al público investigador especializada en la obra de Francisco Ayala y en literatura contemporánea general. En ella se pueden encontrar fondos con las primeras ediciones del autor y volúmenes con dedicatorias de coetáneos como Borges.
La institución también cuenta con una sección de Archivo y Fondos Documentales, donde se conservan aquellos documentos y objetos personales de Ayala, así como fotografías y audiovisuales que recorren lo dilatado de su prolífica vida.
El autor de El jardín de las delicias ve «con sus propios ojos» cómo su ciudad natal se ha convertido en principal referente para el estudio de su vida y obra. El punto final a la serie de actos de celebración culminó en la tarde de ayer con el estreno del documental Francisco Ayala. La ilusión perseguida, de Javier Rioyo, coproducido por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) en el que se muestra una imagen rica y cosmopolita del escritor.
Cuando, hace un año, se iniciaron las celebraciones de su centenario, a Francisco Ayala lo que más le preocupaba era llegar en pie al punto final. Y a la vista está que lo ha logrado. No sólo para abrir el portón de su fundación, sino para ver también cómo Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg publica el primer volumen de sus obras completas, a cuya presentación acudió el pasado día 6.
«Sólo me queda dar las gracias. Sé que he escrito demasiado, pero es que también he vivido demasiado e intensamente. Me siento como el actor que da las gracias al público antes de que caiga el telón, pero a mí ese telón está amenazándome de algún modo desde hace tiempo y no acaba de caer», declaraba con el humor que le caracteriza.
«Mis Obras Completas son un reflejo fidedigno de lo que ha sido mi vida. Para mí una vida sin literatura no tendría sentido», declaró el autor, quien volvió a insistir en la que ha sido su filosofía de vida y, tal vez, uno de los secretos de su longevidad: «Vivir el tiempo como un presente perpetuo».
«No soy de esas personas que en la vejez dan vueltas al pasado y lo rememoran. Siempre estoy instalado en la actualidad y sigo comentando lo que leo en los periódicos cada día, aunque me disguste», señaló, sin querer entrar en más detalles cuando se le pidió que ampliase la reflexión: «Los acontecimientos del mundo no son precisamente para animar a nadie».
Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín, Machado, Ortega y Gasset, García Lorca, Salinas, Bergamín, Borges, Mallea, Carpentier, Thomas Mann, Rilke, Proust, Goethe, Max Aub y Rosa Chacel, entre otros, atraviesan las páginas de un volumen, el que ahora se publica, dedicado a los estudios literarios. Se trata, en realidad, del tercer tomo del proyecto, tras el de narrativa y autobiografía, pero se ha decidido que llegue primero a los lectores por mostrar una faceta menos conocida, la de crítico, del autor granadino.
Sobre todos estos grandes de las letras, a algunos de los cuales conoció personalmente, Ayala lanza su mirada clarividente, dispuesta a llegar al fondo, sin prejuicios. Así como ha hecho siempre, como un lectur lúcido, como un autor total.