El destino de Carrefour está en el aire. La última noticia que ha sacudido al coloso francés de la distribución ha sido la intención de Reliance, un poderoso grupo industrial indio, de hacerse con un 13% de la tarta comercial de la compañía. Y todo ello después de que su accionariado haya sido objeto de una maniobra consumada como es la entrada rimbombante de Bernard Arnaul.
Con este escenario de fondo, Carrefour hace gala de la traducción literal en español de la palabra que le da nombre: encrucijada. Y es que la compañía francesa está inmersa en un auténtico dilema sobre cuál será su destino.
El porcentaje que quiere Reliance coincide exactamente con el que posee la familia Halley. Es verdad que la operación oficialmente no ha empezado todavía, pero las primeras filtraciones extraoficiales indican que el precio de la oferta de Reliance -que rondaría los 5.000 millones de euros- se llevaría por delante cualquier actitud de resistencia británica.
Hay una razón estratégica que avala la pujanza de Reliance. La cuota a su disposición no sólo le convertiría en el principal accionista del grupo francés, también podría implicar un margen de maniobra del 20% en las decisiones, puesto que la familia Halley consolidó semejante privilegio y quiere ahora traducirlo en una revalorización de la cuota accionarial.
Sin embargo, los juristas invitados a pronunciarse dudan de que Reliance pueda conservar un 20% de poder. Según las consideraciones de los expertos, éste es un derecho que los accionistas obtienen a largo plazo, de modo que la entrada en la tarta de Carrefour no supondría necesariamente adquirir el poder de decisión de los Halley.
Inestabilidad
La asombrosa inestabilidad accionarial del gigante galo guarda sospechosa relación con el boyante resultado económico del ejercicio 2006. Resulta que el grupo francés, número dos del mundo en distribución, detrás del estadounidense Wal-Mart, obtuvo un beneficio de 2.268 millones de euros y mejoró en un 58% el margen de beneficio consolidado en el año 2005.
Los datos se dieron a conocer hace dos semanas en un contexto extraordinariamente agitado y confuso. Primero se produjo la dimisión del presidente del grupo, Luc Vandevelde, presuntamente por desavenencias con la familia Halley. Inmediatamente después aconteció el correspondiente relevo jerárquico, que llevó a la presidencia del grupo a Robert Halley. Por último, sobrevino la entrada del magnate Bernard Arnault, orgulloso de adjudicarse un 9,1%, previo pago de 3.200 millones de euros. A día de hoy, éstas son las coordenadas reales.
Las hipotéticas insinúan, por ejemplo, que el señor Arnault quiere convertirse en el accionista de referencia de Carrefour y que ha aparecido en escena un misterioso grupo ruso con el propósito de comprar el 5% de los títulos de la propia compañía francesa.
La maniobra procedente del este, explican estas hipótesis, se produce porque Carrefour tiene en marcha un plan de expansión en la patria de Vladimir Putin. La cadena de supermercados estaba tardando demasiado en reaccionar para buscarse un sitio en el mercado postsoviético. De hecho, únicamente existen dos superficies con el sello de la compañía francesa en aquel mercado.
Sin embargo, los periódicos moscovitas han llegado a apuntar en sus páginas que, por ejemplo, ya se ha producido la compra de unos terrenos en la ciudad de Rostov (sur de Rusia) para erigir un gigantesco eje comercial.
Según la prensa rusa, ésta no es la única operación que Carrefour tiene prevista en aquel mercado. Por ejemplo, se alude también a otra operación similar en la localidad meridional de Krasnodar.