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Creo que la verdad sólo tiene un rostro: el de una violenta contradicción (Georges Bataille) |
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AQUI / NO HAY PLAYA |
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El burro molesta, la moto no |
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David Torres
Resulta que al Ayuntamiento le molesta que un burro ande suelto por la Casa de Campo y le va a rescindir el contrato a Julio de la Losa, que ejerce de pastor por la zona como viene sucediendo desde tiempos inmemoriales. La verdad es que el burro ni siquiera anda suelto, sino atado de una cuerda, y que, como todos los burros, es peludo, suave, tan blando por dentro que se diría que es todo de algodón. Resulta que Julio sólo tiene permiso para pastorear ovejas y el burro, claro, es una competencia desleal que ciertos mandamases, con Gallardón a la cabeza, no pueden tolerar. El burro (que se llama Romero para que rime con Platero, quizá) juega con los niños y, según su dueño, se ha convertido en un símbolo del ecosistema hasta tal punto que le está haciendo la competencia al oso. «Las ovejas y el burro son el orgullo de todos los madrileños», dice. Y bueno, tampoco hay que pasarse.
Frente al Madrid bucólico y pastoril, Gallardón prefiere la moto de Toni Pedrosa. Un alcalde queda mucho mejor encima de una moto que encima de un borrico, dónde va a parar. El borrico es un resto de los tiempos evangélicos, del Domingo de Ramos, cuando Jesucristo entraba a lomos de uno y se descojonaba el personal: le aplaudían los mismos que juntaban piedras para la crucifixión. Receloso tal vez de que vayan a colgarlo de una cruz electoral, como el jamón después de la matanza, el alcalde ha preferido suprimir 20 siglos de un plumazo y montarse en la moto de un campeón para entrar en la Semana Santa como manda la moda laica actual. Hace bien porque un pobre cuadrúpedo no tendría la menor oportunidad de sobrevivir al escalfado de aceras y calzadas hechas mixtos en que consiste Madrid: se rompería una pata a la primera de cambio y habría que pegarle un tiro, como hacían los rudos vaqueros en los westerns de pro.
Pero la moto tampoco es que sea ya un emblema de modernidad. Decía Marinetti, fascista él, que un automóvil de carreras es más bello que la Victoria de Samotracia, pero desde que escribió esta frase ha llovido tanto que una moto deviene más vieja que una estatua griega con nariz de boxeador. Por una vez, no todo tiene por qué ser blanco o negro, Joselito o Belmonte, del Atleti o del Madrid. El burro Romero, ese pecador de la pradera, puede pastar pacíficamente al lado de una moto y convivir también con las putas de la Casa de Campo, que tampoco hacen ningún mal a nadie. Jesucristo montaba en un borrico, se tomaba unos vinos con unas cuantas rameras y luego dejaba que le crucificaran entre dos ladrones en un perfecto ejemplo de tolerancia global. Gallardón se ha confundido de película, porque sacar la escopeta para descerrajarle dos balazos a Romero no está nada bien. A Juan Ramón Jiménez, tan delicado él que le espeluznaba hasta la pedorreta de una Vespino, le daría un patatús.
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