J. M. FERNANDEZ ISLA
Dentro de ese magnífico recinto que es nuestra Ciudad Universitaria, el que fuera edificio fundacional del Instituto de Cultura Hispánica -construido entre 1940 y 1951 por Luis Martínez Feduchi- marcará la vuelta atrás hacia una arquitectura clásica y amparada en la tradición.
Hasta el estallido de la Guerra Civil, el campus madrileño había asumido las influencias sugeridas por los modelos norteamericanos. Al igual que allí, el conjunto de edificios que configuran el nuevo espacio universitario se entendió como un organismo autónomo de características propias. De ahí que en lo relativo a la implantación urbanística se proponga un recinto espacioso, abierto e independiente, pero totalmente desvinculado del centro de la ciudad. Por el contrario, y a diferencia del referente americano -excesivamente vinculado a la doctrina neoclasicista-, a la hora de formalizar la solución arquitectónica de los edificios que lo componen serán los postulados del movimiento moderno los encargados de marcar la pauta.
Como se puede ver, Cultura Hispánica se sitúa, en lo relativo al aspecto estilístico, más próximo del omnipresente Ministerio del Aire de Moncloa que de las propuestas que originariamente proyectaran para la Universitaria López Otero, Torroja y De los Santos.
Hubo que esperar casi 30 años para que Fernández Alba y Fernández del Amo restituyeran al campus algo del espíritu perdido. La Biblioteca de la Agencia Española de Cooperación Iberoamericana (así se conoce ahora al viejo Cultura Hispánica) se presenta, por tanto, como un edificio donde la memoria asume la recuperación de la poética de aquel primer racionalismo de la Universitaria.
Situado tras el edificio de Feduchi y ocupando una parcela de acusada topografía, los grandes paños de ladrillo de la Biblioteca formalizan las funciones básicas de un programa donde conviven depósitos de libros, salas para la lectura y espacios administrativos y culturales. Todos contenidos en unos volúmenes al borde de la abstracción, a veces herméticos, otras silenciosos, pero siempre narrados desde la calidad emocional que alcanzan los grandes compromisos.
Hace un año, por estas fechas, Antonio Fernández Alba ingresaba en la Real Academia Española (RAE) -el primer arquitecto en conseguirlo- con un discurso titulado Palabras sobre la ciudad que nace. Allí, su autor reflexionaba sobre el fracaso de la ciudad de nuestro tiempo y lo hacía desde la melancolía que habitualmente se esconde tras las ocasiones perdidas. Puede que la Biblioteca de la Agencia Española de Cooperación sea un fiel reflejo de la dualidad implícita en aquel texto: preocupación ante la evolución intelectual del movimiento moderno, pero sin renuncias ante la nueva cultura moral de la arquitectura. De ahí, que esta biblioteca trascienda su innegable carga formal para alcanzar la categoría de manifiesto silencioso ante tanto ruido digital.
FICHA TÉCNICA
BIBLIOTECA DE LA AGENCIA ESPAÑOLA DE COLABORACION IBEROAMERICANA
Situación: Av. de los Reyes Católicos 6, c/v Doctor Jiménez Díaz s/n. / Arquitecto: Antonio Fernández Alba. / Ingeniero: José Luis Fernández del Amo. / Proyecto: 1977. / Construcción: 1978-1979.
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