Un segundo grupo, en el que se encuentran los principales críticos de la invasión y la mayor parte de los iraquíes, teme una intensificación de la violencia hasta la guerra civil total y su extensión a los países vecinos si no se logra pronto un acuerdo entre los principales dirigentes chiíes y suníes sobre el reparto del petróleo y del poder, y otro entre las potencias suníes de Oriente Próximo y su tradicional adversario iraní.

Los principales partidos suníes, chiíes y kurdos se han puesto de acuerdo sobre un proyecto de ley para el reparto del petróleo, pero siguen enfrentados sobre el reparto de los ingresos. El año pasado, Irak exportó algo más de un millón de barriles diarios, valorados en 25.000 millones de dólares (más de 20.000 millones de euros). En el plan quinquenal presentado por su vicepresidente, Abdul Mahdi, en la ONU la semana pasada, se pretende multiplicar por dos el petróleo exportado y los ingresos en 2011.

Entre ambas posiciones se mueve un gran número de análisis que rechazan las visiones más catastrofistas, se aferran a la idea de que estamos en una nueva guerra mundial con el islamofascismo y no se imaginan otro escenario que el de una interminable cadena de conflictos sin conclusión definitiva durante generaciones.

Sin una mejora rápida de la seguridad, la limpieza étnica en cada zona de Irak seguirá imparable y, con ella, se agravará la crisis humanitaria. Más de tres millones de iraquíes se han convertido ya en refugiados y más de la mitad sobrevive como puede en Siria, Jordania e Irán. Es una diáspora que, de no interrumpirse pronto, alimentará tanta o más violencia que las sucesivas diásporas palestinas. Hasta las elecciones presidenciales de EEUU, en noviembre de 2008, el escenario más optimista se conforma con una reducción importante del número de ataques y de bajas.

Las negociaciones regionales en presencia de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad iniciadas hace dos semanas en Bagdad y que pueden tener continuación a nivel ministerial en abril son, si fructifican, cruciales para reducir el apoyo exterior que alimenta a la insurgencia y para imponer una solución federal o confederal en Irak, la única que puede ya evitar la ruptura total del país.

El peor escenario es que la guerra civil, la insurgencia y el terrorismo diario que sufren desde hace muchos meses entre seis y ocho provincias iraquíes se extienda al resto del país, empezando por el sur chií y, después, por el norte kurdo. Una guerra civil en todo Irak sería la antesala de la guerra regional que muchos temen.

«EEUU debería adelantarse y, al tiempo que presiona para que se llegue a un acuerdo político de tipo federal tras el fracaso del proyecto centralista impulsado estos cuatro últimos años, tiene que aliarse con los suníes en el centro del país contra Al Qaeda y con los chiíes en el sur para evitar que caigan en manos de Teherán», señala Leslie Gelb, del Council on Foreign Relations de Nueva York.

No hay pruebas concluyentes de que Irán esté suministrando armas a los insurgentes, pero es posible, como señala Kenneth Pollack, experto en Irak de la Brookings, que la resistencia iraquí, suní y chií, esté consiguiendo armas de fabricación iraní en el mercado negro.

En su última comparecencia en el Senado, el nuevo director de la CIA, el general Michael Hayden, aseguraba que «hay pruebas claras que apuntan al deseo iraní de castigar a Estados Unidos en Irak». Podemos creerlo o no. La mayor parte de las bajas estadounidenses -unos 3.200 muertos y más de 24.000 heridos- no es víctima de ataques chiíes sino suníes. En otras palabras, Estados Unidos ha utilizado a Irán como distracción para desviar la atención de sus auténticos enemigos.

La Historia de Irak no justifica el temor a que el Gobierno de mayoría chií iraquí -el actual y los que le sucedan- caiga bajo el control de Teherán. El factor árabe siempre ha pesado más en Irak que el factor persa, pero la Historia, naturalmente, se puede cambiar y, como es lógico, Irán, con intereses económicos, religiosos y geopolíticos muy importantes dentro de Irak, hará todo lo que esté en sus manos para cambiarla.

Esa estrategia, sin embargo, tiene un grave riesgo: que EEUU, como piden ya muchos estadounidenses, se retire de Irak, este país se rompa en una guerra total de clanes, tribus y comunidades, cada una apoyada por potencias extranjeras como sucedió en el Líbano, y, en el caos, el único beneficiario sea Al Qaeda. Conscientes del peligro, Irán y Arabia Saudí han abierto un diálogo bilateral.