Hemos dado, por fin, con el asunto fundamental de las elecciones municipales madrileñas, que no es otro sino el del burro Romero, el pastor Julio y sus 1.100 ovejas. Desde ahora lo anuncio: otorgaré mi voto a Gallardón o a Sebastián, según quién argumente mejor la decisión a tomar por el Ayuntamiento con el rebaño de merinas que pasta, bajo contrato vigente con el Consistorio, en la Casa de Campo. Es una auténtica pera en dulce para calibrar de verdad la inteligencia y la sensibilidad de un gobernante. Un reto -como los políticos dicen- del siglo XXI.
¿Queremos una ciudad en la que quepan un pastor, su burro y sus ovejas o qué queremos? Emplazo a Sebastián y a Gallardón a que se expliquen. A ver hasta dónde llegan sus artes deliberativas sin incurrir en demagogia, populismo, ecologismo de pacotilla o lirismo de mercadillo. O en sus contrarios. O en contradicción con otros aspectos de sus programas.
La burocracia funcionarial -redundancia- de la capital quiere rescindir el contrato que actualmente permite al pastor Julio tener a sus 1.100 ovejas pastando en el verde de la Casa de Campo. Dice dicha burocracia que las ovejas se adentran en zonas protegidas, que Julio ha metido clandestinamente en acción a un burro llamado Romero, que sus perros tampoco entraban en el acuerdo y un montón de reproches más. Julio se defiende, niega lo más gordo, acepta la posibilidad de alguna multilla si se tercia y, con un argumento muy del gusto de la discusión política, añade que más le valdría al Ayuntamiento retirar a las señoritas putas que, mayormente, transitan por los senderos de la Casa de Campo.
A ver cómo se soluciona esta cuestión. ¿Putas, sí; ovejas, no? ¿Putas, no; ovejas, sí? ¿Putas, no; ovejas, tampoco? Que se dé, por parte de Sebastián y Gallardón, un razonamiento y una respuesta clara a este dilema, que bien pudiera ser un falso dilema y una condenable equiparación, y ahí estaría también otro de los intríngulis del apasionante caso. Y que se pronuncie el vecindario según sus inclinaciones.
Los candidatos a la Alcaldía tienen muchas propuestas sobre educación, tráfico, parquímetros, sanidad, basura, vivienda, seguridad, peatonalizaciones y todo eso. Pero llega un momento en que tales propuestas forman un conglomerado indiscernible. Simplifiquemos. Qué hacer con el pastor, el burro y sus ovejas supone una extraordinaria oportunidad para que Gallardón y Sebastián se retraten, luzcan sus más finas galas dialécticas y podamos ver su auténtico plumero.
El primero que corra a hacerse una foto con el burro -¡no iba a ser con las putas!- tendrá mucho adelantado en la carrera por la Alcaldía, pero también tal gesto -dos burros juntos, dirán- puede volverse en su contra. Las cuatro torres del ladrillo madrileño tocan ya los esquivos cielos del Real Madrid. ¿Qué hacemos ahora con el burro y las ovejas? ¿Tienen también espacio? Y si Zapatero diera su opinión -como si no la diera-, tal vez Rajoy podría montar una manifestación en contra.