Realizador de algunas de las mejores películas protagonizadas por Paul Newman -La leyenda del indomable (1967), Un hombre de hoy (1970), Los indeseables (1972) y Con el agua al cuello (1975)-, Stuart Rosenberg fue el clásico cineasta liberal de los años 60.
Falleció la semana pasada de un ataque al corazón, aunque su muerte no se dio a conocer hasta ayer. Pero hacía ya mucho tiempo que la inevitable atemperación de la rebeldía, que hasta en los más exaltados obra el paso de los años, había guiado la mirada de Rosenberg a las exigencias de las coyunturas comerciales. No por ello hay que olvidar aquellas inquietudes que, en sus primeros títulos, le llevaron a alzarse contra el sistema penitenciario estadounidense.
Tras pasar su infancia en el Brooklyn que le vio nacer, el futuro cineasta fue estudiante de Literatura irlandesa en la Universidad de Nueva York. Sin licenciarse aún, compaginó su actividad en aquellas aulas con un empleo como aprendiz de montaje en una emisora de televisión. Corrían a la sazón los primeros años 50 y la pequeña pantalla aún era una industria nueva. De ahí que pueda decirse que Rosenberg -al igual que Arthur Penn y algunos de los más dotados realizadores estadounidenses de los años 60- creció profesionalmente dentro y junto a la televisión.
Tras recorrer todo el escalafón de la sala de montaje, fue en 1957 cuando dirigió sus primeros telefilmes. Fueron aquellos distintos episodios de la serie Decoy, un thriller protagonizado por Beverly Garland (Casey Jones). El personaje, que adquirió pronto enorme popularidad, era una mujer adscrita a la brigada criminal de la policía de Nueva York, llamada a convertirse en toda una referencia de la televisión de culto estadounidense.
En los años siguientes, la filmografía de Rosenberg se fue agrandando con distintas realizaciones para la pequeña pantalla. Destacaron entre ellas títulos para series y producciones como Los defensores, Los intocables, Alfred Hitchcock presenta y El show de Barbara Stanwyck, harto conocidas todas para el televidente español más veterano.
Paralelamente a ese tramo dorado por el que atraviesa la filmografía televisiva de Rosenberg, el realizador debutó en la gran pantalla en 1960. Su estreno en el cine no pudo ser más sonado y dificultoso. La filmación de El sindicato del crimen (1960), la cinta en cuestión, coincidió con una huelga promovida por el Sindicato de Actores; Rosenberg se solidarizó con los cómicos y abandonó la filmación, siendo sustituido por Burt Balaban, el productor de la cinta. Aun así, la calidad de aquel thriller en torno a dos psicópatas empleados como asesinos a sueldo de Lekpe (David J. Stewart), uno de los más temibles protagonistas de la historia del crimen estadounidense, no se vio mermada en modo alguno.
Tras algunas películas menores como Question 7 (1961) y un telefilme que consta en los anales -Fama es el juego (1966)- Rosenberg, ya convertido en uno de los grandes liberales de la puesta en escena estadounidense, volvió a emplazar su cámara de cine para rodar su obra maestra: La leyenda del indomable.
Saludada por el New York Times como «el retrato de un hombre nacido para perder», la crítica no escatimó elogios para la cinta. Su asunto giraba en torno a un mito del blues y del cancionero en general estadounidense: el recluso del campo de prisioneros. Luke Jackson, el penado en cuestión, proporcionó a Paul Newman una de las primeras oportunidades de demostrar sus dotes interpretativas por encima de la popularidad en la que hasta entonces se había basado su estrellato.
Debidamente aplaudido por aquel alegato contra los trabajos forzados, Rosenberg se desmarcó por primera vez de sus inquietudes progresistas al dirigir Locos de abril (1969), una deliciosa comedia sobre el amor furtivo entre casados que supuso el debut estadounidense de Catherine Deneuve (Catherine Gunther). La actriz francesa compartió cartel con Jack Lemmon (Howard Brubaker) y Peter Lawford (Ted Gunther).
Tras un nuevo acercamiento a los perdedores en Los indeseables y al thriller en Con el agua al cuello, Rosenberg se interesó por la pantalla espeluznante en Terror en Amytiville (1979), para volver al tema carcelario en Brubaker (1980). Pero el momento del cineasta ya había pasado. El resto, hasta nuestros días, fue una sucesión de obras menores.
Stuart Rosenberg, cineasta, nació en Brooklyn (Nueva York, EEUU) en 1927 y murió el 13 de marzo de 2007 en Beverly Hills (California, EEUU).