FRANCISCO UMBRAL
Han llegado a los periódicos las fotos del álbum familiar, que este año varía respecto de los anteriores, pero también se presta al comentario crítico. Hace unos años fuimos un familión de invitados porque la cosa iba de la generación del Rey y el Rey tiene muchos amigos. Recuerdo a nuestro ya perdido Vázquez Montalbán, un comunista en el Palacio Real. Schommer fue aquel año el fotógrafo oficial, porque estaba de moda e inventaba imágenes muy fotográficas. Al Rey le dio bastante la lata con los pies, como si un rey no debiera tener pies. Pero Don Juan Carlos, que es muy comprensivo, le ofreció cortarse los pies.
Me recuerdo a mí mismo con unos años menos y liberado del complejo de haber posado para la posteridad insertado en una familia un poco de derechas. Esta vez se ha utilizado una pareja de actores o así, y de pintores. Por las muestras que nos han llegado parece que todo ha ido bien. Su Majestad el Rey Juan Carlos ha llegado a tener una verdadera panoplia de medallas para iluminar su pecho. Pintores como Revello de Toro han contribuido a completar las imágenes. Juan Carlos presenta fajines y guerreras de Rey que hizo ante nosotros la carrera de Rey. Hace ya estas cosas con verdadera naturalidad. Lo mismo convoca militares que princesas de Europa. La diadema de la Reina Sofía tiene el prestigio de la autenticidad y ella, la Reina, ha recuperado su sonrisa de Reina veterana vestida por muy sutiles artistas de la cosa.
También me recuerdo a mí mismo como un intelectual borbónico. Somos los que asistimos históricamente a la maduración de esta pareja. Y finalmente Jaime Peñafiel, que desde estas páginas reprocha la apostura del Rey porque le quisiera más mílite. Si la monarquía dependiera de una americana cruzada o una mano de Reina cansada estaríamos todos muy indecisos, querido Jaime. Lo más pictórico de estas fotos son las manos de Doña Sofía, manos como muy trabajadas por un pintor que sabe poner y quitar años en la piel noble de la dama.
Una vez, en una recepción oficial, hablábamos los frívolos del parchís. La Reina se acercó a pedirme que le enseñase a ella ese juego tan sugestivo. Esta mujer está más joven que cuando quería aprender el parchís. Los cronistas de la Corte suelen ser, aquí en Madrid, unos señores muy críticos y malhumorados que sin duda pretenden demostrar que ellos no son unos comprometidos y que no se venden ni al Rey en noches lóbregas como la del 23-F, ya situada en el borbonismo romántico de esta ciudad. Todo el mundo quiere almorzar en el Palacio Real pero nadie se declara monárquico. Tampoco quiero decir que esto sea una monarquía sin monárquicos. Sería tan solo un partido de comensales que cuentan anécdotas como estas del álbum familiar.
Decía don Manuel Azaña que la República era en Valladolid una consecuencia del aburrimiento. Hay quien pretende que la monarquía en Madrid es una consecuencia también del aburrimiento. La jornada de las fotos ha roto la semana pasada con el aburrimiento de algunos cortesanos armados o desarmados. A Don Juan Carlos tenemos que agradecerle jornadas como ésa.
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