Miércoles, 21 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6303.
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Las incongruencias en los hombres son, generalmente, un testimonio de su inmadurez (Ed Cole)
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EL VOYEUR
Perdedores radicales
CARLOS BOYERO

Leo con la habitual admiración hacia la prosa demoledora y el afilado pensamiento de Hans Magnus Enzensberger el escalofriante librito El perdedor radical. Ensayo sobre los hombres del terror. Y como siempre en este autor desasosegante, su visión del estado de las cosas hace que me replantee certezas, que dude, que me inquiete. Comienza hablando de esos ciudadanos taciturnos, anónimos, grisáceos o aparentemente estables que un día deciden cargarse a su familia, o a sus jefes, o a sus compañeros, o a cualquier desconocido que se les ponga a tiro, e inmolarse después. Sin motivos aparentes, con rencores subterráneos, con desesperación implacable. Esa introducción sobre patologías individuales, sociópatas y zumbados encuentra una coherencia absoluta al prolongar idéntico y pavoroso análisis sobre la personalidad y la psicología del terrorismo islamista.

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Deduce el poderoso cerebro de esta mosca cojonera llamada Enzensberger que lo más temible del terrorismo es su íntimo conocimiento de que son imposibles las metas y las reivindicaciones absolutistas que plantean, que el terror universal que crean no es un medio sino un fin. Y en el caso del fanatismo islamista mucho más pavoroso, ya que desprecian tanto la vida ajena como la propia.

Veo los caretos impasibles y la actitud sosegada de la gente que está siendo juzgada por su muy pensada salvajada del 11-M y me provocan bastante más miedo que los exabruptos, insultos, amenazas y burlas que exhiben en sus procesos asesinos anfetamínicos como los etarras Iñaki Bilbao y Txapote. También resulta desalentador el excelente reportaje ETA. Los negociadores que se exhibe en el programa El sexto sentido. Describe el fracaso casi absoluto de todos los gobiernos democráticos cada vez que han intentado hablar con el ogro y convencerle de su racional disolución. Sus exigencias eran incumplibles y las frágiles treguas inevitablemente condenadas a la trágica provisionalidad.

Cuentan los negociadores que su mayor esperanza al lograr que ETA político-militar abandonara las armas era que su ejemplo cundiera lógicamente entre sus colegas exclusivamente militarizados. No ocurrió. Alguien afirma que en ETA ha prevalecido ancestralmente la actitud de los más bestias, de los que sólo entienden de bombazos, tiros y secuestros como invariable y resolutiva metodología para doblegar al Estado invasor.

Tengo que replantearme mi literario amor a la muy vendible estética del fracaso, a la tantas veces hermosa y lírica mitología del perdedor. Qué miedo cruzarte en el letal camino de los perdedores radicales. Todos somos triunfadores para ellos, enemigos abstractos, muertos con causa, carne de infierno.

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