Después de tres meses de negociaciones a cara de perro, acelerones, casi descarrilamientos y posteriores resurrecciones, puñaladas por doquier y combates trinchera a trinchera, ayer llegó el episodio más incomprensible de todos.

Por la mañana, la ministra Carmen Calvo anunciaba ante todo el sector y la prensa en el foro de Europa Press, a bombo y platillo, que se había alcanzado «una norma pactada por el cine» que «llevaré el viernes al Consejo de Ministros», dijo, antes de felicitarse por el «equilibrio» logrado en unas negociaciones que las TV, que acusaban a Cultura de echarse en brazos de los productores, estuvieron a punto de echar abajo en varias ocasiones.

Y horas después, con los productores rezongando sotto voce que tal vez Calvo se había precipitado, las TV, por medio de su asociación, UTECA, daban el mazazo: «No hemos consensuado ninguna Ley del Cine. Nos comprometimos a estudiar la propuesta, eso es todo», decían, a la vez que pedían a Cultura «seriedad» para no vender la piel del oso antes de cazarla.

Calvo, de hecho, ni siquiera era la artífice del acuerdo que ella misma vendió ayer por la mañana de forma precipitada: ante la bronca in crescendo y la posibilidad de que la ley definitivamente durmiera el sueño de los justos, había sido la vicepresidenta Fernández de la Vega quien había logrado acercar posturas en una tarde de conversaciones con todo el sector, el pasado lunes.

Ahí había quedado claro que el Gobierno, en principio, se olvidaba de subir del 5% al 6% el porcentaje de ingresos que las TV debían invertir en cine español. También que los productores, acusados por los demás interlocutores de ser los niños mimados de Cultura, se llevaban el gato al agua con una de sus reivindicaciones históricas: una desgravación fiscal del 18% a todo aquél que invierta en cine -una concesión que parecía absolutamente imposible que Pedro Solbes realizara... Hasta que intervino la vicepresidenta-.

Los representantes de las TV se fueron el lunes noche a su casa con la copla de que hoy recibirían la propuesta definitiva, y se levantaron -el foro de Europa Press arrancó a las 9.00 horas- con la ministra poniéndose la medalla. Los noticiarios radiofónicos comenzaron a abrir con la noticia -«Ya hay acuerdo en la Ley del Cine»- e incluso la agencia Efe patinó a causa del afán declamativo de la titular de Cultura, y tuvo que desmentir a la postre un teletipo propio que daba carpetazo al conflicto.

En el encuentro se le preguntó a Calvo si no se sentía desacreditada por la necesaria (y en principio salvadora) intervención de Fernández de la Vega: «¿Yo? ¡Cómo me voy a sentir desacreditada! En absoluto, la vicepresidenta se ha puesto de mi parte!», respondió. También aclaró la ministra, en un mensaje velado pero claro, que la toma de partido a favor de los productores se había hecho, por parte del Ejecutivo, con todas las consecuencias: «En una norma como ésta hay que buscar el máximo equilibrio, pero comprenderán que el Gobierno puede y debe poner los acentos allá donde estime oportuno para proteger la diversidad cultural que ha conformado nuestra identidad e incluso nuestro modelo de democracia», desembocó, ahí es nada.

Proceso «televisado»

Calvo admitió que el proceso de negociación de la ley había sido «casi televisado», y aseguró que dicha norma será «la más democrática» puesto que «nunca ninguna tuvo un periodo de alegaciones tan largo». Antes de referirse a los «acentos» del anteproyecto -concepto que a principio de legislatura se denominaba desde Cultura «afectos especiales hacia el cine»-, Calvo señaló que «siempre hemos buscado el máximo equilibrio, que todos ganaran algo y todos perdieran algo».

La ministra negó que la ley fuera una concesión a los productores: «Esta norma se ha negociado durante tres años tomando decisiones desde el primer día, como el aumentos del Fondo de Protección a la Cinematografía, y nunca una ley ha tenido en cuenta a distribuidores y exhibidores».

Y los exhibidores, precisamente, salían pocas horas después a desmentir también a Calvo asegurando que a ellos nada se les ha concedido, y que mientras la cuota de pantalla obligatoria para el cine europeo del 25% esté vigente ellos no apoyarán ninguna ley. Sobre dicha cuota, señaló la ministra: «Se mantiene porque no es comprensible que pensemos que podemos hacer políticas públicas si no sabemos cómo mantenerlas. Hablamos de una norma, por cierto, predemocrática».

Carmen Calvo sacó pecho respecto a las cifras del último año -«no hay un filme de tres millones de espectadores, pero sí seis de millón y medio»- y negó falta de sintonía con compañeros en el Consejo de Ministros: «Agradezco el esfuerzo de los dos vicepresidentes, toda ley necesita ajustes... Solbes ha hecho un esfuerzo muy notable y se lo tengo que agradecer».

Tres horas después, llegaban las TV y llamaban a parar. Lo que la ministra daba por cerrado aún está abierto, y muy abierto según UTECA. Continuará.

Lo que parece claro, se precipite o no la ministra, es que la intervención de María Teresa Fernández de la Vega ha traído luz a una película que iba camino de la oscuridad total. Lo decía ayer, por ejemplo, el jefe de los distribuidores, Luis Hernández de Carlos: «Lo importante es que seguro que vamos a tener nueva ley en esta legislatura, algo que hace dos meses no estaba nada claro. La intervención de la vicepresidenta ha sido trascendental, en el sentido de apaciguar los ánimos y conseguir cosas. Por ejemplo, esa posibilidad de que los productores y las televisiones se desgraven el 18% de la inversión. Eso era casi impensable hace poco, y ahí sí que veo la mano de María Teresa Fernández de la Vega convenciendo a Pedro Solbes». El productor Elías Querejeta, muy activo en todos los debates previos a la redacción del proyecto de ley, comentó: «Estamos ante un avance indudable para el audiovisual, pero ahora todo eso hay que ver cómo se configura, porque claro, todo es mejorable. Lo más importante es que por fin se han establecido formas que permitirán llegar a una ley que no vaya en contra de nadie, sino que pueda poner de acuerdo a todos. Además, el resultado de estas reuniones en Moncloa deja claro que nosotros no vamos por ahí con espadas y puñales escondidos, como ha dicho Paolo Vasile».

Querejeta considera que la propuesta de desgravación de un 18% en las inversiones es «un avance indudable para el cine español, según un modelo que ya está aplicándose en otros países, como Canadá, Estados Unidos, Irlanda o Australia». Quien recibió con suma cautela el principio de acuerdo fue Angeles González-Sinde, presidenta de la Academia de Cine: «Aún hay que ver qué pasa con la obligación de coproducir junto a independientes... Y es un paso, pero hay cosas que no se contemplan. Por ejemplo, la Filmoteca debería tener el rango de la Biblioteca Nacional. ¿Por qué no se invita por ejemplo a su director esta mañana? Dicen que quieren cuidar al cine, pero luego no sé si lo demuestran».