BETIS 0
SEVILLA 1
Contreras
Melli
Juanito
Rivas
Romero
Miguel Angel
Assunçao
Capi
Edu
Fernando
Robert
Cambios: Xisco por Romero (min. 67)
Dani por Capi (min. 74)
s.c.
Maldonado por Rivas (min. 84)
s.c.
Cobeño
Martí
Javi Navarro
Escudé
Dragutinovic
Poulsen
Maresca
Daniel Alves
Puerta
Alfaro
Luis Fabiano
Cambios: Chevantón por Alfaro (m. 80)
s.c.
Aitor Ocio por Maresca (min. 85)
s.c.
Arbitro: Undiano Mallenco
Tarjetas amarillas: Melli, Maldonado.
Goles: 0-1: Kanouté (min. 57, antes de la suspensión).
ALFONSO PÉREZ. A PUERTA CERRADA.
SEVILLA.- Era increíble, parecía haberse acabado. El Sevilla controló, sobrado, los 36 minutos que le restaron al derbi más largo y lamentable de la historia, suspendido en el Manuel Ruiz de Lopera por un botellazo a Juande Ramos. Un ejemplo de la deriva del fútbol que alcanzó a presidentes, directivos, políticos y que ayer contagió incluso a los banquillos. En un gesto inaudito, soltó bilis Juande Ramos. «Ya nos veremos», le retó Luis Fernández. Un epílogo patético pero razonable para una eliminatoria que ha exhibido algunos de los valores más bajos de la naturaleza humana.
Así que esto no ha acabado. Estos tipos no tienen suficiente. Sus egos y su vergüenza no se colmarán hasta que no corra mucha sangre o se levante un muro que parta la ciudad en dos mitades. Al entrenador del Sevilla no le pareció bastante con el baño que su equipo le volvió a pegar al Betis, y que metió a los de Nervión en las semifinales de la Copa del Rey, junto al Barcelona, el Getafe y el Deportivo. También está en cuartos de la UEFA y es colíder de la Liga. Pero el orgullo propio no parece bastar para alcanzar la felicidad en Sevilla. Hace falta también machacar, humillar, al rival.
Los entrenadores fueron, pues, los últimos en enloquecer en el esperpento que ha sido, de principio a fin, este derbi, culminado ayer con el trámite que había advertido el presidente bético José León. En realidad lo fue. El Sevilla administró su ventaja sin correr riesgo alguno. Juande Ramos lo vio tan claro que reservó a piezas como Jesús Navas o Kanouté, metió centímetros en su defensa con Martí y Dragutinovic y lanzó al joven Alfaro para intentar acabar pronto con la historia. Al Sevilla le funcionó espléndidamente su plan, porque al menos tuvo un plan.
El Betis prefirió la anarquía. Quería un partido loco Luis Fernández, pero quien pareció volverse majara fue él, variando cada 10 minutos un esquema que acabó en un desquiciado mogollón, sin que nadie tuviera muy claro dónde tenía que estar ni qué tenía que hacer. Los verdiblancos se marcharon sin apenas contar con una oportunidad, y tras ver cómo Contreras les salvaba de un destrozo mayor. Eso sí, el show de su entrenador continúa.
Una vez más, el machote se comportó como tal de principio a fin. Fue pitar Undiano, y comenzar su hiperactividad en la banda, reprochando pérdidas de tiempo del rival y mandando arriba a su tropa. Ésa fue su orden. Seguir los pelotazos de Assunçao y poblar la segunda línea de rechace para intentar cazar alguno. Consciente de que la pelota le ha cogido querencia al rival, Luis hizo todo lo posible por restarle trascendencia, fortaleciendo la faceta atlética, el vigor puro. Un juego primitivo que, dadas las circunstancias, valía para el momento. Lo malo para el Betis es que también lo desarrolla cuando ha de jugar partidos completos. Eso es un verdadero problemón.
El Betis buscaba en apenas media hora marcar los mismos goles que ha conseguido en los últimos siete partidos, dos. Una panacea dado su estado y el barullo de su entrenador. A Luis le pareció contar con tiempo suficiente para realizar sus tres cambios, que respondieron a cada aviso del Sevilla. Que Alfaro se plantaba solo ante Contreras, pues se metía en el campo a Xisco y se dejaba una defensa de tres. Que el portero se lucía a cabezazo de Luis Fabiano, pues venga Dani para arriba a llenar más área. Perdonaban otra vez Alves y Alfaro, y ahí estaba Maldonado para terminar de enloquecer. La secuencia tenía una lógica del todo absurda. Pero qué se podía esperar ya de esta eliminatoria.
El engendro acabó pronto, por fortuna, y del esqueleto seco del Alfonso Pérez Muñoz se marcharon los futbolistas, los únicos que se han mantenido a la altura en todo este proceso de perturbación general. El Sevilla avanza también en la Copa, sigue vivo en tres competiciones, adquiere cada día mejores sensaciones y sigue alimentando sueños realmente impensables en toda la historia del club. El Betis es todo lo contrario. En el mejor de los casos, salvando el descenso, la temporada de su centenario será mediocre, y la tendencia a la quiebra se hace cada vez más abrumadora.