¿En qué punto de la lucha antiterrorista nos encontramos transcurridos 12 meses desde aquel anuncio de ETA? ¿Estamos mejor o peor? ¿Se ha avanzado o se ha retrocedido? Seguro que a todas estas preguntas Zapatero contestaría -fruto de esa mezcla de optimismo antropológico y de frivolidad ante el terreno minado que pisa en lo que se refiere a ETA- de la manera más positiva posible, lo cual no resulta nada tranquilizador si se tiene en cuenta que el 29 de diciembre dijo aquello de que en la lucha antiterrorista estábamos mejor que hace un año y que dentro de 12 meses estaríamos mejor. Al día siguiente, furgoneta bomba en Barajas, con dos muertos y el parking de la T-4 destrozado.

Hasta un ciego puede ver que el retroceso producido en la lucha antiterrorista, no solamente en este último año, sino desde que Zapatero llegó a La Moncloa es, desgraciadamente, una realidad. El consenso con el principal partido de la oposición está roto y no parece que haya ninguna posibilidad, ni interés por parte del presidente, en recuperarlo. Las víctimas siguen siendo las grandes ninguneadas, y la inmensa mayoría de los ciudadanos están indignados con la excarcelación del terrorista De Juana Chaos. Por si todo lo anterior no fuese ya suficiente, la sociedad navarra salió masivamente a la calle el pasado sábado para reclamar a Zapatero que no utilice a Navarra como moneda de cambio en la mesa de negociación con ETA-Batasuna. Ni los intentos por parte del presidente y del candidato del PSN de tranquilizar a la opinión pública sirvieron para desmovilizar a los navarros, porque, simplemente, ya no son creíbles.

Y es que éste es el gran problema de Zapatero: que muchos españoles ya no se fían de él. Muchos ciudadanos se han sentido engañados por el presidente durante el mal llamado proceso y ya no le creen. Perciben que sigue empeñado en negociar con ETA, y eso no lo entienden; comprueban que Zapatero, De la Vega, Blanco y Rubalcaba tratan con guante de seda a Batasuna y, sin embargo, cada vez emplean una mayor dureza con el PP; constatan que el presidente ni escucha ni atiende las justas reivindicaciones de las víctimas y, no obstante, se pliega ante la huelga de hambre de un terrorista.

Zapatero sigue esperando que ETA le eche una manita en los próximos días en forma de comunicado que le permita facilitar el que Batasuna esté presente en las elecciones municipales. Y luego vendrá, si UPN no consigue mayoría absoluta, el pacto de los socialistas con los nacionalistas para gobernar Navarra. En este juego de pillos, ETA y Batasuna llevarán siempre las de ganar, y además la banda terrorista no renunciará a los objetivos por los que ha estado asesinando durante 40 años: la independencia y la unidad territorial de Euskal Herria. ¿No hay nadie que le haga entender esto al presidente?