Miércoles, 21 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6303.
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Las incongruencias en los hombres son, generalmente, un testimonio de su inmadurez (Ed Cole)
 MADRID
Son aviones, no alondras
Miguel Angel Mellado

Paraje perdido. No es ni un ruiseñor ni una alondra, Julieta; simple, sencilla y horriblemente se trata de un avión. Cuando decidimos comprar un terreno y construir una casa en la urbanización Ciudalcampo, en San Sebastián de los Reyes, consideramos que compensaba endeudarnos de los pies a las cejas porque, dada la tranquilidad del paraje, podíamos jugar, si nos apetecía, a representar la escena en la que Julieta intenta retener un ratito más a Romeo engatusándolo con que era un ruiseñor, amigo de la noche, y no una madrugadora alondra, quien cantaba cerca del balcón. Porque hace tres años, cuando llegamos a la nueva casa, podías despertarte y dormirte con el sonido agradable de la naturaleza. ¿Quién puede compensarnos en lo económico y en lo psicológico por tan enorme quebranto? Porque en nuestro caso, como en el de cientos de vecinos, cuando decidimos vivir allí no existía un pasillo aéreo sobre nuestro encinar. De pronto, inopinadamente, sin tener en cuenta derechos adquiridos, se nos trató como verdaderos pieles rojas en el oeste americano: fuimos invadidos por pájaros metálicos. Yo me pregunto: si vivimos en un país donde existe el derecho a la propiedad privada, ¿cómo es posible esta invasión física de ruidos y aparatos cuando compramos una propiedad exenta de tal lacra? ¡Qué felicidad! El Gran Barajas recibe 70 millones de pasajeros al año; el objetivo es llegar a 100. Cada minuto, dos operaciones de aterrizaje y despegue. ¡Qué frenesí! ¿A quién le importa la naturaleza y los vecinos?

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