Miércoles, 21 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6303.
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Mona hasta el hartazgo
La modelo mejor pagada del mundo consiguió con simpatía que la prensa pasara de largo sobre su vida privada
ANA CONDA

Gisele Bündchen pasó ayer por la capital para presentar una colección de sandalias que se pondrá a la venta con fines solidarios. La modelo, que había avisado de que no quería preguntas sobre su vida privada, capeó las referencias al que fuera su novio durante años, Leonardo di Caprio, empleando una mezcla entre el portugués, el castellano y el inglés. A continuación, dos versiones de la misma rueda de prensa: la producida por los encantos de Gisele y la -supuestamente- neutral de una redactora sin envidias, Ana Conda.

La Naturaleza es una zorra. No lo quería decir, pero ya lo he dicho. ¿Cuánto mijo ha comido esta niña para estar así de estupenda? Yo me atiborro de caipirinhas y lo único que he conseguido es un bono de 10 para la Betty Ford. No puedo con ella. No puedo. Como soltó una espontánea oxigenada pasadita de ojén, pacharán y hasta zamburiñas en salsa de vieira con botulismo: «Qué peana tan pequeña para tan buena planta», cuando le preguntaron por su talla de stiletto -37 y 1/2- para su 1,80 de estatura. No me digáis que no es una frase que aúna sabiduría popular y glamour a partes iguales con el fin de expresar lo mona, pero mona-mona, que es Gisele Bündchen. Tan estupenda que, nenas, no la soportas. Porque mira: si la tipa fuera una borde, una estiradita o una prepotente, ese adjetivo que tanto mola a los gurús del colorín y hermanastros de GH, pues dices: «Oye, es divina, pero qué perro de tía». Pero es que, encima, es apocadita, simpática, dispuesta, te habla en castellano, te habla en inglés, te habla en esperanto... Total, que la odias. Para más inri, venía a Madrid a mostrar la colección Ipanema de la firma de calzado Greneden, una serie de sandalias inspiradas en ella y en una tribu, la Kisêdjê, que está al borde de la extinción por la deforestación del Mato Grosso. Es más, con la venta de estas chanclas, de las que ella ha supervisado hasta la extracción del caucho -caucho biológico, qué os vais a pensar-, se está haciendo una campaña de ayuda, medioambiental y bla bla, bla bla, bla bla... O sea, ¡es solidaria y ecologista! ¡Es buena persona! Reconozco que a mí este punto, como ya os habréis dado cuenta, me da súperigual porque bastante tengo yo ya con pagar mis cuentas en Zara, como para preocuparme de los taparrabos de nadie, pero supongo que este tema le honra. Sobre todo, si eres la modelo más rica del mundo... Aunque, os voy a decir una cosa, muy solidaria no debe de ser porque si no, no se habría puesto un vaquerito tan estupendo para no desentonar tanto con esa panda de aborígenes con la que se junta en el spot publicitario... Comprendedme, caris, no puedo hacer otra cosa nada más que ser mala. Me miro en un plano secuencia y sólo puedo expresar: «Qué pena, pero qué pena...», cuando Gisele Bündchen es un amor y Leo di Caprio está a por uvas. Por cierto, ni le mentó, ni dejó que le mentáramos. Ya no comparten tinte, entiendo, claro. Por eso, lo único que nos queda a señoras como nosotras es utilizar cualquiera de sus puntos flacos para intentar hundirla como si eso nos resarciera de algo. Como si ya no midiéramos 1,23 y nuestro trasero no tuviera el tamaño de su patria. De ahí que me dé la cabeza varias vueltas como a Linda Blair y os comente que ¡no llevaba suje! debajo de su Prada de seda. Evidentemente, no importaba. Y dicen que, presuntamente, podría estar embarazada. Pero ella lo niega. A no ser que, como dice mi adorado David Moralejo, llevara el nasciturus en el bolso pegado a un chicle de menta, de niño nasty de plasty. Y no sé qué deciros de peor de ella... Hasta a sus lapsus lingüísticos les encuentro yo sentido. Ella dice que, para sentirse feliz, necesita darse a los demás, actuar. Algo así como «si me encuentro bien, aso (por hago), y si no me encuentro bien, no aso (por hago)». A mí, me pasa lo mismo. Si me encuentro bien, aso y, si no, me como unos tranchetes.

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