Irak conmemoró en la madrugada de ayer el cuarto aniversario de la guerra ejecutando al vicepresidente de Sadam Husein de la misma manera en que murió su jefe, en la horca.
Taha Yassin Ramadan, influyente y sanguinario teniente que perteneció al círculo íntimo del tirano durante décadas, fue ejecutado por su papel en la matanza de 148 hombres chiíes en 1982, tras un fallido intento de asesinato de Sadam. En un principio el ex alto cargo fue condenado a cadena perpétua, pero su condena aumentó hasta la pena capital el mes pasado a petición de la Fiscalía.
La ejecución tuvo lugar a las 3.05 horas de la madrugada, hora local, según funcionarios iraquíes. No estaba claro ayer con cuánta antelación fue advertido el reo, de 69 años y que durante su etapa en el poder solía viajar por el mundo para reunirse con jefes de Estado, como uno de los dirigentes más destacados del Gobierno iraquí.
«Le dimos tiempo suficiente para rezar. No quiso comer, bebió algo de agua y fue al baño. También quiso hablar con su abogado. Unos 20 minutos más tarde estaba listo», señaló un funcionario judicial. Los militares estadounidenses también le permitieron llamar a sus parientes. «Pidió a su familia y sus amigos que rezaran por él y les dijo que no tenía ningún miedo a la muerte», declaró su abogado.
Juicio «injusto»
Se trata de la cuarta ejecución de un alto cargo del régimen de Sadam Husein y llega casi tres meses después de la muerte del antiguo dictador. Ansiosos por evitar las dañinas escenas que marcaron las anteriores ejecuciones y dieron la vuelta al mundo -Sadam fue increpado por los guardias mientras le ponían la soga alrededor del cuello y a su medio hermano, Barzan Ibrahim al Tikriti, la cuerda le segó la cabeza mientras caía por la trampilla- los ejecutores de Ramadan pesaron cuidadosamente al condenado y calcularon la longitud de la cuerda.
Su muerte -el preso era suní- fue muy criticada por los grupos de Derechos Humanos. «Fue condenado en un juicio injusto, y aumentar su castigo desde la cadena perpétua a la condena a muerte apesta a venganza», señaló Richard Dicker, de Human Rights Watch. Ramadan se mostró indignado al conocer la nueva pena y declaró al juzgado: «Que Dios se vengue contra todo aquel que cometa injusticia contra mí».
Su cadáver fue trasladado por un helicóptero estadounidense al pueblo natal de Sadam, Awja, a las afueras de Tikrit, y enterrado cerca de su antiguo jefe y de otros dos funcionarios colgados por las matanzas de Dujail. Envuelto en una bandera, el cuerpo fue recibido como el de un mártir por cientos de personas. Hombres armados dispararon al aire para rendirle honores. Zaki Ahmed aseguró: «Tenemos el honor de enterrarle cerca de sus camaradas, dado que era un luchador por la libertad».
El número tres de Sadam, uno de los más duros del régimen, tenía el 10 de diamantes en la baraja de los más buscados, y fue arrestado en agosto de 2003 cuando se escondía en algún lugar de su ciudad natal, Mosul, según Efe.
Fueron los milicianos de la Unión Patriótica del Kurdistán los que dieron con su paradero y quienes entregaron al detenido al Ejército estadounidense, que sólo permitió que saliera de su custodia para entregarlo al Gobierno iraquí y enviarlo al patíbulo.
El mismo día de la ejecución, al menos siete personas murieron y otras 17 resultaron heridas por el estallido de bombas de mortero y un ataque registrados en el sur y el oeste de Bagdad, según la policía.
El Ejército norteamericano anunció la muerte de dos de sus soldados, mientras la organización de Naciones Unidas para los refugiados condenaba la «abyecta negación [internacional] del impacto humanitario de la guerra, el enorme desplazamiento de hasta 1,9 millones de personas dentro de Irak».