Jueves, 22 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6304.
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La absolución del culpable es la condena del juez (Publio Siro)
 OPINION
Editorial
UNA INAGOTABLE CAJA DE PANDORA

La sesión del juicio del 11-M deparó ayer nuevas incógnitas sobre la masacre. A medida que avanza la vista oral, cada vez es más evidente que el sumario del juez Del Olmo es una caja de Pandora que esparce cada día por la sala un número inagotable de contradicciones, casualidades e interrogantes sin respuesta.

Pocos fueron los aspectos que ayer se salvaron de la quema. De Leganés a Zougam, pasando por el Skoda y el local de Virgen del Coro, diversos testimonios esparcieron ayer nuevos e inquietantes agujeros por el relato de la versión oficial. El más llamativo llegó a última hora de la tarde, con la declaración del inspector jefe de la Brigada Provincial de Información. Los abogados dieron ayer un respingo cuando este agente declaró que sus hombres vigilaron a los procesados islamistas del 11-M «antes» y «después» de la masacre. Conviene recordar que los mandos de la UCIE reconocieron haberlos seguido hasta poco antes de los atentados, pero nunca han dicho que lo hicieran después de ellos. Las palabras de este agente -«nunca llegamos a suspender la vigilancia»- vuelven a poner el foco sobre el control policial de este grupo de «sospechosos habituales». O bien se produjo una descomunal negligencia o bien estamos ante un montaje para presentarlos como culpables.

No fue lo único que dijo este agente. Entre otras aportaciones, cabe destacar que confirmó lo que parecía evidente: que la policía revisó el 11 de Marzo las matrículas de los vehículos aparcados en torno a la Kangoo. Si el Skoda que apareció en junio no fue detectado entonces, ¿quién y con qué intención lo colocó allí después de aquella mañana?

Muy relevante fue también el testimonio del jefe de los Geos, que confirmó que los islamistas tenían como vecino, pared con pared, en Leganés a un policía que aportó datos para la intervención y ofreció para ella su propia vivienda. También fue importante la declaración de los indios que vendieron las tarjetas a Zougam, que aseguraron que no lo identificaron hasta el 13 por la tarde, cuando la UCIE -siempre la UCIE- lo había ya detenido.

Ahora bien, con ser importantes estos y otros detalles, lo más llamativo de ayer fue el momento en que quedaron en evidencia las anotaciones del libro donde los indios que vendieron los móviles del 11-M registraban la actividad de su negocio. Resulta que, de todos los teléfonos vendidos desde 2001, sólo se anotaron en el libro los números de identificación de los adquiridos por los presuntos terrorristas. ¿Se hizo esa anotación antes de la masacre? Mucho nos tememos que no.

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