Viernes, 23 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6305.
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Deseos de vanguardia
Barcelona presume de modernidad y de ser muy cos-mopolita, pero, musicalmente hablando, la música contemporánea, en su vertiente más experimental, sobrevive en unas pocas citas. Que no son sufi-cientes, a los ojos de algunos programadores, para reflejar todo lo que está ocurriendo en el mundo
ANA MARIA DAVILA

La música contemporánea parece vivir un momento de renovado auge en Barcelona. La clara apuesta que viene formulando la Fundació Caixa Catalunya, desde la pasada temporada, se está convirtiendo en un importante agente dinamizador en este sentido. Y el Auditori, con todos sus recursos en marcha, coloca la difusión de la creación actual en el punto de mira de sus objetivos estratégicos inmediatos.

Detrás de estos esfuerzos subyace el afán por volver a hacer de Barcelona una ciudad con peso específico en el panorama de la música actual, tal como ocurriera en el primer tercio del siglo XX, cuando la ciudad acogiera acontecimientos de eco mundial, como el estreno del Concierto para violín de Alban Berg.

El problema es que la Barcelona del siglo XXI parece estar muy lejos de esa Barcelona. Lógicamente, las circunstancias no son las mismas y la sociedad del tercer milenio se parece muy poco a la de entonces. También la música contemporánea ha cambiado.Y hoy en día más que de un género en singular, se ha de hablar de una realidad musical heterogénea y plural.

Éste es el sentido desde el cual pugnan por ocupar su espacio en la agenda musical barcelonesa una serie de propuestas que abordan la creación contemporánea con amplia y vanguardista mirada.Algunas de ellas llevan ya años de persistente actividad, como el Festival LEM de Gràcia o las Nits de Música de la Fundació Miró, mientras que otras acaban de hacer su desembarco, como el ciclo Digressions, una de las nuevas ofertas que ampara el Auditori barcelonés.

«Si quisiéramos mostrar la realidad de la música contemporánea, seguramente harían falta una docena de festivales. Y aún así estaríamos mostrando sólo una mínima parte de lo que está ocurriendo en el mundo», afirma, con rotundidad, el pianista y compositor Agustí Fernández, responsable, durante años, de las ofertas musicales de la Fundació Miró y la sala Metrònom, y, hasta su pasada edición, de Nous Sons, el Festival de Músiques Contemporànies de Barcelona.

Fernández, un artista especialmente vinculado a la escena de la música improvisada, en la que goza de reconocido prestigio internacional, está convencido de que Barcelona es «una ciudad extremadamente conservadora respecto a la música contemporánea.De hecho, le damos este nombre a lo que en realidad es una revisión histórica de un pasado reciente. Nos quedamos en la música de los años 20 o 30, y en cambio desconocemos lo que hoy es vanguardia.Seguimos anclados en Schönberg e ignoramos los diferentes lenguajes de la música actual, como la creación multimedia, la improvisación, la música electrónica, la interacción...».

Oriol Rossell y David Albet, organizadores del nuevo festival Digressions, enfocan el tema con una ligera diferencia. «Barcelona sí que escucha lo que ocurre en el mundo, lo que pasa es que no lo cataloga adecuadamente. Se piensa que la música contemporánea es un género, cuando en realidad es una circunstancia histórica y temporal. Y lo que se está ofreciendo como tal es repertorio del siglo pasado, mientras que a lo que es actual se le llama vanguardia», opinan.

La irrupción en el panorama musical de Digressions, que en su primera convocatoria tuvo como invitada estelar a la performer y virtuosa de la voz Diamanda Galás, ha coincidido con el cambio de orientación del festival Nous Sons, que con nuevo director al frente -Josep Maria Guix- apuesta ahora por un acercamiento a la música contemporánea más culta, a partir de la tradición.Pierre Boulez, uno de los compositores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, es la gran figura de su presente edición.

Curiosamente, Boulez y Galás coincidieron en día y hora en el Auditori y mientras una presentaba su último proyecto, Guilty, guilty, guilty, en la sala Simfònica, el otro proponía en la de Cámara un programa integrado por obras que iban desde 1925 -Integrales, de Varese- a 1998, su propia Sur incises.

«Hoy en día existe toda una generación que ha crecido con Stockhausen en un oído y los Ramones en el otro», suelta Rossell, «y esto tiene una gran trascendencia estética, porque determina que hay una aproximación más heterodoxa, menos sacralizada, a la música.Es un hecho que, en estos momentos, mucha gente procedente de la cultura de club se está acercando a compositores como Messiaen, Cage o Stockhausen. Y para todos ellos, una perspectiva histórica quizá no sea el camino».

Agustí Fernández tiene claro cuál tendría que ser la política a seguir para que la música actual fuera un hecho cultural vivo en Barcelona: «Tenemos que olvidarnos de esa obsesión por llenar el vacío que dejaron los 40 años de franquismo. Lo que no pasó, no pasó. Centrémonos en el presente, porque si no, nunca llegaremos a conocerlo».


Música fresca en el Macba

El Macba acoge esta noche el Festival Música Fresca, el renovado Cicle Internacional d'Influències Musicals, un ejemplo más de las propuestas que apuestan por un concepto amplio de la creación contemporánea. El festival, que se extenderá hasta el próximo día 31, tiene por objetivo «promover el encuentro de músicos de diversos estilos que se mueven en el ámbito de las músicas actuales y contemporáneas», según explica su promotor, Christiaan de Jong, músico holandés afincado en Barcelona.

De Jong aspira a «propiciar el encuentro y el intercambio entre un amplio abanico de creadores, desde el jazz contemporáneo y la improvisación a la música contemporánea más académica». Algo de lo que, a su juicio, Barcelona anda muy necesitada. «En Holanda esto se da con mucha normalidad y ha sido una experiencia muy enriquecedora para los creadores más académicos, cuya música ha adquirido un color especial fruto de estas influencias. Aquí, en cambio, son dos mundos que viven de espaldas», afirma el músico, que no duda en afirmar que ve «muy estancado el panorama de la música contemporánea en Barcelona, básicamente porque en esta ciudad los proyectos no tienen continuidad. Se hace una actuación y ahí acaba todo».

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