El gran debate abierto en torno a la gestión del aeropuerto de Barcelona y, sobre todo, de su posición en el ranking de aeródromos en relación al tráfico que pasa por él, pudo haber sido mucho más suave.
En enero de 2006, cuando el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el de CiU, Artur Mas, negociaban cómo allanar el trámite parlamentario del Estatut, el líder socialista llegó a ofrecer al nacionalista el traspaso inmediato a la Generalitat de los aeropuertos de Girona, Sabadell y Reus, y comprometerse a consorciar la gestión de El Prat. Parte de los negociadores de la delegación nacionalista eran partidarios de aceptar la oferta de Zapatero.
Esgrimieron ante el resto de compañeros de formación la tradicional política de peix al cove (en catalán, de pájaro en mano) exhibida por el ex president Pujol durante sus 23 años y medio de Gobierno autonómico. Es decir, aceptar lo que ofrecía el Ejecutivo central sin renunciar a reivindicar en el futuro el verdadero objeto del deseo: el aeropuerto de El Prat.
Se produjo una ostensible la falta de acuerdo interno en el seno de CiU, que no quería aparecer como una formación que renunciaba a demasiados de los planteamientos del Estatut aprobado por el 89,9% de los votos del Parlament de Cataluña el 30 de septiembre de 2005.
Algo que, sumado a la presión de Esquerra Republicana, por un lado, que no quería renunciar a la exigencia del Prat, pero por causas distintas -quería cargarse de razón para un eventual y futuro voto negativo al Estatut en el Congreso y, si era necesario, en el referéndum, como finalmente ocurrió- y del PSC, que quería evitar un nuevo enfrentamiento entre el entonces presidente del Govern, Pasqual Maragall, y Zapatero, obligaron a Mas a rechazar la oferta.
Entre los cuadros de la federación, que contemplan en los últimos días cómo tanto Mas como CiU están completamente ausentes del debate, reprochan a su presidente aquella decisión. Consideran que, a pesar del resultado finalmente adverso de las autonómicas, que volvió a dejarles en la oposición, tener el control del aeropuerto de Girona les habría permitido empezar a crear una plataforma aeroportuaria con la que presionar al Gobierno y a AENA en las negociaciones para que el aeropuerto de Barcelona saliera reforzado.
Y aún hay un reproche mayor. La oferta de Zapatero de entregar Girona, Sabadell y Reus, tenía fecha de caducidad. Estaba condicionada al proceso de negociación que el presidente del Gobierno estaba manteniendo con Mas.
«Ahora, no nos traspasarán ninguno de los cuatro aeropuertos, todos serán consorciados, exactamente igual que el de El Prat», aseguran fuentes nacionalistas. Estos medios consideran que de haber aceptado la oferta en su momento, ahora la Generalitat tendría tres aeropuertos y el debate se limitaría a establecer quién tendría el porcentaje de control en el futuro ente que gestione El Prat.
Sumar el tráfico de Girona al de Barcelona serviría, además, para ofrecer cifras mucho más competitivas con Madrid de las que ofrece sólo la comparación entre Barajas y El Prat.