Viernes, 23 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6305.
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Alex de la Iglesia, fiesta y fin de rodaje en Inglaterra
El director vasco concluye su última película, 'Los crímenes de Oxford'
FERNANDO MAS. Enviado especial

OXFORD.- En el ambiente frío del teatro Sheldonian, en Oxford, se mezclan órdenes en español y diálogos en inglés. Martin baja esquivando las butacas que rodean el escenario y se acerca a Beth. Una vez, otra. Una silla que se cae, un abrigo abandonado en el lugar equivocado. Vuelta a empezar.

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Los jóvenes, interpretados por Elijah Wood y Julie Cox, susurran. Voces imperceptibles para todos los presentes, excepto para un tipo de pelo y barba cana que lleva calzados unos cascos y mira absorto esa misma escena en una pantalla de televisión del tamaño de una cuartilla. Alex de la Iglesia lleva ya ocho semanas de rodaje en Inglaterra. El día es espeso. No está satisfecho. Frío, broncas, problemas. Martes 20 de marzo.

Los crímenes de Oxford, su nueva película, le embota la cabeza, le hace sufrir. El tiempo se acaba, el presupuesto también, las tensiones acumuladas explotan. «Tengo que esconder lo que siento si quiero sobrevivir», escribe el director en el blog donde día a día ha contado, ha escupido, ha sonreído o incluso llorado sus angustias, sus frustraciones, sus alegrías.

Los crímenes de Oxford, basada en la novela homónima del argentino Guillermo Martínez, es, sencillamente, cine negro. Asesinatos y su solución. Ésa es la clave. La búsqueda de la verdad. A través de las matemáticas, de la lógica.

El primero de los crímenes visibles al espectador no es, en realidad, el primero. Sirve, sí, para que dos hombres se conozcan y entablen una relación profunda. Arthur Seldom (papel que protagoniza John Hurt) es un prestigioso profesor de Lógica con el que ha contactado Martin (Elijah Wood) para que le dirija su tesis.

«Cuando intentas conocer algo es imposible: ni tienes todos los datos, ni todos los puntos de vista. Tu propia visión interfiere», explica Alex de la Iglesia, al final de la sesión del martes, la complejidad de una trama para cuya resolución Seldom y Martin buscan fórmulas.

«Como espectador estoy cansado de que las películas sean simples», responde el director cuando, en una sala del Sheldonian repleta de pupitres de escuela y sillas bajas de madera, se le plantea si la complejidad puede hacer incomprensible la película.

De la Iglesia se ha encontrado entre sus manos con un libro de inteligencia extrema del que ha extraído los elementos clave para construir un «guión muy bien escrito», en palabras de Hurt. El actor considera que se trata «de una película extraña porque tiene mucho diálogo, algo que no está de moda. Es una película sobre gente inteligente y espero que para gente inteligente».

Esos ingredientes y Alex de la Iglesia convencieron a Hurt para aceptar el papel. Se encontraron en un restaurante del centro de Londres y el director se presentó: «Soy la persona menos adecuada para dirigir esta película». ¿Qué ha encontrado en el director? «Sabe lo que quiere. Cuando [el trabajo] está hecho, está hecho y se pasa a lo siguiente».

Las tensiones las vuelca el director en su bitácora, un diario de rabias, culpas, felicidades y, como él mismo lo define, «momentos incoherentes llenos de ternura».

El papel protagonista es para Elijah Wood. La pista para recordarlo inmediatamente, su personaje de Frodo en El señor de los Anillos. Un tipo cotizado, criado detrás de una cámara, como recuerda el director -«rueda desde los ocho años; creo que no ha ido ni a la escuela, siempre ha estado con tutores»-, que ha aceptado un papel en una película con apenas ocho millones de euros de presupuesto. «Para él esto es cine independiente», recuerda De la Iglesia.

«El guión es inteligente, está muy bien escrito. Las matemáticas resuelven el crimen. No sabes quién es el asesino» hasta el último momento, dice. En su conversación, llena de verdad, como la de Hurt o la de Leonor Watling (Lorna), deja entrever que aceptó el reto de meterse en este proyecto por su «conexión profesional y personal con Alex». Y se confiesa un nerds. O sea, lo que en España se mete en el saco de los freaks.

De la Iglesia no rueda una película de crímenes. O sí, pero acaso los asesinatos son una excusa para poner a prueba la inteligencia humana y averiguar si una persona es o no capaz de conocer la verdad de una forma absoluta.

El rodaje acaba hoy. Sólo quedan cuatro planos. Pero el director se quedará en Londres para hacer el trabajo el lunes. Ahora empieza la fase de montar y llevar Los crímenes de Oxford a la pantalla. Quizá el próximo otoño. En su blog Alex de la Iglesia cuelga una entrada titulada Cierto sabor amargo para decir adiós. Entre sus muchas palabras, quizá estas sean el mejor resumen: «Eso sí, me lo he pasado como nunca, y lo recordaré toda mi vida».

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