El Gobierno iraquí admitió ayer mantener conversaciones con los principales grupos de la insurgencia suní para aislar a Al Qaeda y a las organizaciones afectas a ésta, presentes sobre todo en la provincia de Al Anbar, principal foco de la resistencia antiestadounidense.
Un responsable del Ministerio del Diálogo y la Reconciliación iraquí, Saad Yusif al Mutalibi, admitió a la BBC que se ha entablado contactos destinados a «combatir a Al Qaeda. Estamos logrando unir nuestras fuerzas para expulsarla fuera de Irak», afirmó Al Mutalibi.
Horas antes, el vicepresidente suní, Tareq al Hashimi había resaltado la necesidad de «hablar con todo el mundo salvo con Al Qaeda». «Todos deben sentarse en la misma mesa para compartir sus miedos y sus reservas».
Esta negociación parece ser un paso más en la campaña emprendida por el Ejecutivo iraquí para ganarse la confianza de los suníes -y, de esta forma, rebatir a quienes lo califican de sectario- y también de hacer frente a la red de Al Qaeda en Irak y a sus grupos afines, algo que ya se podría haber conseguido en ciudades tan significativas como Ramadi o Hit.
Según la prensa iraquí, un importante número de tribus suníes agrupadas en el llamado Consejo de Salvación de Anbar combaten desde septiembre en la provincia de este nombre -la más grande del país, fronteriza con Siria, Jordania y Arabia Saudí- contra los seguidores del Estado Islámico de Irak, que incluye a los grupos suníes afines a Al Qaeda. Se trata de los primeros combates entre suníes y podrían ser la causa de varios de los atentados que se han producido en Ramadi, Hit y Faluya en las últimas semanas.
Según el diario Al Mada, los yihadistas han sido expulsados de Ramadi, (capital de Anbar), Hit y pueden estar a punto abandonar Faluya dada la presión de los combatientes tribales. El periódico online Sot al Iraq señala que lo mismo habría ocurrido en Husayba, a cinco kilómetros de Ramadi, donde el secuestro de un adolescente impulsó a los varones, armados con pistolas, fusiles y ametralladoras, a localizar al grupúsculo responsable del ataque, desarmarlo y entregarlo a las autoridades estadounidenses.
La prensa iraquí apunta como motivos de este conflicto intersuní al hartazgo que siente buena parte de la población de Anbar hacia Al Qaeda por sus métodos extremos, ya que estaría ejecutando a los iraquíes que deciden abandonar sus filas y castigando a pueblos enteros por su supuesta fidelidad a grupos no afines.
Los objetivos del grupo, que según el diario árabe Al Hayat se declara partidario de implantar un estado islámico en Irak y no tiene como prioridades preservar la unidad nacional o combatir contra la ocupación, también habrían desengañado a parte de los grupos insurgentes.
En este contexto de enfrentamientos podrían explicarse acciones tan sangrientas como la que acabó con la vida de 18 niños que jugaban al fútbol en Ramadi a finales de febrero. Aunque EEUU (que apenas mantiene presencia en la zona por el alto índice de ataques: de los 3.200 americanos muertos 1.172 han fallecido en esta provincia) desmintió que los críos muriesen en la explosión, el jeque Raad Sabal al Muqeilef relató al Washington Post otra versión: dijo ser el objetivo real del atentado dadas sus buenas relaciones con EEUU, pero que el grupo afín a Al Qaeda que pretendía matarle no pudo acceder a su casa y dejó el explosivo que mató a los críos en el campo de fútbol situado a 400 metros.
Algunos líderes locales de Anbar como Mahmiud al Fahdawi, jefe del poderoso clan Duleimi en Tarmiya, Dhaloiya, Balad y Taji, admiten que sus hombres están persiguiendo a los seguidores de Al Qaeda. El jeque Abdul Sattar al-Rishawi, considerado el portavoz del Consejo de Salvación de Anbar, ha relatado al New York Times que las 25 tribus organizadas cuentan con 6.000 hombres y que han integrado a 2.500 en la policía local.
El Gobierno proamericano de Bagdad, encantado con la contrainsurgencia, está financiando, armando y protegiendo a las tribus con la esperanza de que «limpien» la indomable Anbar de extremistas, pero muchos grupos suníes ven tras ello una estrategia norteamericana para que sean suníes quienes maten a otros suníes y se complique aún más el conflicto civil con el número mínimo de bajas aliadas.
El ministro de Defensa iraquí, Mohamed Jasim, ha advertido en Az Zaman de que, armando a las tribus, se corre el riesgo de crear otra milicia en Anbar que, en un momento dado, se vuelva contra el Gobierno. Por su parte, Hariz al Dari, líder del Consejo de Ulemas (máximo órgano religioso suní) arremetió en noviembre contra las tribus que aceptan dinero de los ocupantes: «No representan a las tribus, sólo son un grupo de criminales».