Viernes, 23 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6305.
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La Justicia francesa absuelve al director de 'Charlie Hebdo' por las caricaturas de Mahoma
Philippe Val se libra de la cárcel y de la multa porque no hay pruebas de injurias ni de ofensas
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- Philippe Val no tendrá que ingresar seis meses en prisión ni deberá pagara 22.500 euros de multa. Eran los castigos a los que se exponía por haber publicado tres caricaturas de Mahoma en las páginas del semanario Charlie Hebdo, pero el tribunal correccional de París decidió ayer absolverlo porque no quedan probadas las injurias ni está demostrado que el director pretendiera ofender coralmente a los fieles de una religión.

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La sentencia fue la esperada y la que había recomendado la propia Fiscalía parisina. Otra cuestión es que la mera celebración del proceso se haya convertido en un contratiempo a la naturaleza laica, independiente y garantista de un país que se dice volterianio.

De hecho, el director del Charlie Hebdo no se mostraba ayer particularmente satisfecho con el desenlace del proceso. Confiaba en su absolución, pero le resultaba igualmente inverosímil haberse tenido que sentar en un banquillo por la publicación de tres viñetas satíricas.

«No tendríamos que estar aquí ni ustedes ni yo», decía Philippe Val, rodeado de cámaras, micrófonos y periodistas. «Es una pena que hayamos tenido que llegar a una instancia judicial para cuestiones relacionadas con el derecho de la libertad de expresión», añadía el director del Charlie.

Nada que ver con las impresiones negativas y la decepción que ayer compartían los representantes de Gran Mezquita de París (GMP) y de la Unión de las Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF). Suya fue la iniciativa de exigir responsabilidades penales a monsieur Val, aunque el veredicto absolutorio dado a conocer ayer entre vítores y ovaciones puede considerarse como una tregua de la batalla judicial en marcha.

«No tenemos otra alternativa que presentar un recurso. Es una sentencia peligrosa que abre el camino de cualquier ultraje a la fe y a la sensibilidad de cualquier religión», decía ayer Lhaj Thami Breze en nombre de la UOIF.

Los magistrados llamados a pronunciarse tenían sobre la mesa tres viñetas que el semanario satírico publicó en febrero de 2006 para solidarizarse con la revista danesa Jyllands-Posten en plena batalla iconoclasta. La primera, con la firma del humorista Cabú, representaba a Mahoma llamando la atención a los integristas: «Es duro ser amado por unos gilipollas», suspiraba el profeta. La segunda convertía su turbante en la imagen de una bomba, mientras que la tercera aludía a un discurso preventivo del propio Mahoma: «Deteneos, deteneos, que ya no quedan vírgenes en el paraíso», advertía delante del ejército de suicidas.

Pues bien, el tribunal correccional de París estipula que ninguna de las caricaturas sobrepasa los límites de la libertad de expresión. Tampoco se considera que el semanario Charlie Hebdo haya ofendido colectivamente a los fieles de una religión ni se percibe que deban adoptarse medidas legales contra los autores o contra el director de la publicación.

El insólito itinerario judicial coincide sospechosamente con el 150º aniversario del procesamiento que la Justicia francesa promovió contra Flaubert y Baudelaire en nombre de sus desórdenes literarios. Eran culpables de haber escrito Madame Bovary y Las flores del mal, respectivamente. También se les acusaba de haber ofendido obscena y explícitamente la impoluta moral ciudadana y la decencia nacional.

«Este proceso debilita el principio occidental de la libertad de prensa y de expresión», señalaba Robert Menard, en nombre de Reporteros sin Fronteras. «Vivimos intimidados bajo un clima asfixiante. Tememos la reacción que nuestras informaciones o nuestras viñetas puedan engendrar. Incluso comenzamos a considerar normal dejar de hablar de ciertas cosas por el miedo a disgustar a terceros. Es una tontería decir que un musulmán o un homosexual son inferiores, pero una opinión así no justifica la cárcel. El sexismo y el racismo son deplorables, pero, defendidos en el plano dialéctico, no pueden conducir a un castigo entre rejas», añadía Menard.

Es el mismo contexto de indignación y de incredulidad en el que se había promovido un manifiesto de intelectuales en defensa de Charlie Hebdo. Aparecían entre los firmantes personajes tan ubicuos e influyentes como Bernard-Henri Lévy, aunque también proliferaban escritores y filósofos musulmanes contrarios a la demonización del semanario.

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