Viernes, 23 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6305.
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De peregrinación por las sedes comunitarias
E. A.. Especial para EL MUNDO

BRUSELAS.- Aunque su base principal es Bruselas, la Unión Europea tiene repartidas sus sedes entre varios países. Si alguien quiere ir al Parlamento Europeo, por ejemplo, tendrá que especificar a qué y cuándo para saber si debe ir a Luxemburgo, Estrasburgo o Bruselas. Cuando la Unión estaba formada por seis países, el reparto de las sedes parecía justo y respondía a un principio de igualdad y unidad. Hoy es un quebradero de cabeza para funcionarios y periodistas y supone un gasto innecesario que muchos empiezan a cuestionar.

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La Eurocámara es el ejemplo más claro de la contradicción del reparto de las sedes. En Luxemburgo mantiene sus servicios administrativos, en Bruselas celebran todas las reuniones de las comisiones parlamentarias y los miniplenos y en Estrasburgo las reuniones de sesión plenaria una vez al mes. En total, el Parlamento se gasta cada año 200 millones de euros en el mantenimiento de sus tres sedes; el más costoso es la mudanza que diputados, asistentes y dossieres tienen que hacer una vez al mes. Al calor de este derroche, hay empresas que viven únicamente del transporte de los documentos que aprueban, debaten o rechazan sus señorías. El debate ya está en la mesa, el movimiento One Site (Una sede) lleva miles de firmas recogidas para acabar con esta costosa peregrinación, pero Francia no va a ceder. Y no es para menos. Recientemente se ha sabido que Estrasburgo, además del negocio propio de tener llenos sus carísimos hoteles una semana al mes, ha ganado gracias al Parlamento un recargo de 32 millones de euros.

El Consejo de Ministros es el segundo ejemplo de esta sinrazón. Tres meses al año, abril, junio y octubre, los ministros se reúnen en Luxemburgo y el resto del año en Bruselas. Aunque este país centroeuropeo tiene otras sedes como el Tribunal de Cuentas, el Tribunal de Justicia y el Parlamento, estos tres meses al año le suponen ingresos muy apetitosos sobre todo en hostelería y taxis. Un pedazo de la tarta, al que ni Francia ni Luxemburgo van a renunciar.

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