El próximo domingo, 25 de marzo de 2007, 500 millones de ciudadanos de 27 países celebraremos juntos el 50.infty. aniversario de la firma del Tratado de Roma que ha permitido el periodo más largo de paz de la Historia de Europa y la reunificación del continente, la defensa de nuestros valores comunes y la etapa de mayor crecimiento económico y de bienestar para sus ciudadanos.
Conscientes de este extraordinario balance, los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 Estados miembros y los presidentes de las instituciones europeas refrendaremos en Berlín una Declaración institucional sobre el Futuro de Europa, en la que se define el papel que nuestra Unión aspira a desempeñar en el siglo XXI.
Pretendemos ser ambiciosos para cerrar el capítulo de incertidumbre de los últimos dos años, abierto tras el rechazo en Francia y Holanda al proyecto de Constitución Europea firmada en Roma de modo unánime. Como hace 50 años lo hicieron Jean Monnet, Alcide de Gasperi y Konrad Adenauer, en el preámbulo del Tratado de Roma, nos declaramos «resueltos a sentar las bases de una unión cada vez mas estrecha entre los pueblos europeos».
Los últimos 50 años han sido, sin duda, los mejores de nuestra historia económica y, además, nos han permitido la creación de un modelo de bienestar sobre el que reposa la integración europea. Este logro forma parte de los objetivos de los padres fundadores, que ya en el preámbulo se declaraban «decididos a asegurar, mediante una acción común, el progreso económico y social de sus respectivos países, eliminando las barreras que dividen Europa» y «fijando como fin esencial de sus esfuerzos la constante mejora de las condiciones de vida y de trabajo de sus pueblos». La creación del mercado interior, de la Unión Económica y Monetaria y de la moneda única, el euro, son grandes éxitos que jalonan los últimos 50 años de la Unión Europea y que confirman lo acertado de la visión de los que en 1957 afirmaban que «la eliminación de los obstáculos existentes exige una acción concertada para garantizar un desarrollo económico estable, un intercambio comercial equilibrado y una competencia leal».
Ya entonces, con gran capacidad previsora, alertaron sobre la necesaria cohesión y solidaridad interna al sentirse «preocupados por reforzar la unidad de sus economías y asegurar su desarrollo armonioso, reduciendo las diferencias entre las diversas regiones y el retraso de las menos favorecidas».
Nuestra Unión se enfrenta a grandes tareas y retos comunes en un mundo globalizado e interdependiente en el que tenemos que responder conjuntamente a temas como el de la inmigración, el cambio climático o el abastecimiento energético. De nuevo, los padres fundadores, nos marcan el camino a seguir, «deseosos de contribuir, mediante una política comercial común, a la progresiva supresión de las restricciones a los intercambios internacionales».
El Tratado de Roma anticipaba también el papel de nuestro continente en el mundo, «pretendiendo reforzar la solidaridad de Europa con los países de ultramar y deseando asegurar el desarrollo de su prosperidad de conformidad con los principios de la Carta de las Naciones Unidas». Cincuenta años después somos líderes en cooperación y desarrollo y seguimos avanzando hacia una política exterior y de seguridad común. La Europa que nació en Roma con ses estados miembros es hoy la UE de los Veintisiete. Un proyecto continental único en su género en el mundo. El gran objetivo fijado hace 50 años en el preámbulo del Tratado de Roma es hoy una realidad: «Consolidar, mediante la constitución de este conjunto de recursos, la defensa de la paz y la libertad, invitando a los demás pueblos de Europa a que participan de dicho ideal a asociarse a su esfuerzo».
La ambición para el futuro que queremos compartir la encontramos en el camino andado, en la visión de los que nos precedieron, en los logros y sueños realizados durante los últimos 50 años. Las últimas generaciones han hecho todas sus aportaciones al proyecto europeo, con la mano tendida para la reconciliación, con su sacrificio, su esfuerzo y su trabajo. Cincuenta años después no podemos defraudar a nuestros hijos ni dar la espalda a nuestras obligaciones.
Hans-Gert Pöttering es presidente del Parlamento Europeo.