Viernes, 23 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6305.
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JOHN EDWARDS / Aspirante a la Casa Blanca
El candidato populista que no envejece
P. P.. Especial para EL MUNDO

WASHINGTON.- George Bush los llama «litigios frívolos». Son las famosas denuncias de individuos contra empresas que, a veces, pueden dar a los querellantes indemnizaciones millonarias. El ejemplo más egregio es el de Stella Liebeck, la mujer que en 1992 se quemó con un café que había comprado en un McDonald's y a la que los jueces le otorgaron una indemnización de 2,9 millones de dólares de entonces, que hoy, descontada la inflación, serían unos 3,1 millones de euros.

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Si John Edwards ha podido entrar en política -que en EEUU tiende a ser un hobby de millonarios- es, precisamente, por ese tipo de litigios, en los que se especializó entre 1984 y 1996. En su caso, sin embargo, la frivolidad de los casos es cuestionable. Los procesos más famosos ganados por el ahora candidato a la Presidencia fueron relativos a errores médicos y fallos en equipos de construcción. Así fue como se hizo con una fortuna estimada entre 20 y 45 millones de euros. Eso, unido a un pico de oro en la más pura tradición de los abogados de las películas, le permitió dar el salto al Senado en 1998, un sueño en teoría inalcanzable para el hijo de un obrero de una empresa textil de Carolina del Sur.

Claro que a Edwards también le fue de gran ayuda su sonrisa Profidén y su capacidad para no envejecer, reflejada en un pelo que, a sus 53 años, no sólo no tiene ninguna cana, sino que muestra unos colores y brillos que no se encuentran en la naturaleza. Unas peculiaridades que le valieron el título de político vivo más sexy, otorgado por la revista People en 2000. Y que ahora ha hecho que la comentarista de la cadena Fox Anne Coulter haya aprovechado un mitin del republicano -y respetable mormón- Mitt Romney para definirle con una sutileza y capacidad para el matiz como sólo son capaces los trabajadores de los medios de Rupert Murdoch: «Maricón».

Más allá de las cuestiones físicas, Edwards es la quintaesencia del populismo. Sus seis años en el Senado muestran una agenda marcada por la defensa de la pena de muerte, la discriminación positiva de las minorías raciales y la invasión de Irak. De hecho, él es uno de los copatrocinadores de la Resolución del Senado que, en 2002, dio luz verde a Bush para invadir ese país. Desde que perdió las elecciones en 2004 se ha dedicado a construir una sólida maquinaria política, que le ha permitido acumular una enorme cantidad de donaciones. Al mismo tiempo, ha girado a la izquierda, una tarea en la que no lo tiene fácil. Porque, como ha declarado el estratega electoral republicano Dick Morris, «está apostando como tema principal [de su campaña] por la pobreza, y compite contra un negro y una mujer», en referencia a Obama y Clinton.

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