Había que verlos en la escalinata de las Cortes: todos 20 años más viejos y con 20 kilos más en la cintura, quizás también en la cuenta corriente. No les dio la gana guardar un minuto de silencio por la última víctima de ETA, ese anciano que murió por una de las juveniles hazañas de terrorismo callejero que tan benignamente contemplan Cándido y Bermejo, pero sí quisieron retratarse a las puertas del Congreso para recordar sus tiempos de oposición callejera a la Segunda Guerra de Irak.
Pues bien, recordemos que fue la continuación de la Primera, llamada del Golfo, precisamente por el incumplimiento de las condiciones del alto el fuego por parte de Sadam, condiciones establecidas bajo los auspicios de la propia ONU en tiempos de Bush padre y de Felipe González, con el que sí fuimos a la guerra, no sólo a consolidar la paz, y con soldados de reemplazo. En esa Primera guerra de Irak, señor Blanco, hubo muchos más muertos que en la Segunda. Aunque muchos menos que manifestantes contra ustedes y la ETA.
Luego hemos sabido que el ex jefe de esa asamblea de dictaduras llamada ONU, o sea, 'Kakoffi' Annan, cobraba de Sadam en Suiza a través de su hijo Kojo y hacía la vista gorda sobre la extracción ilegal de petróleo. Así se forraban (todos) y se rearmaban. Y como ha recordado Zaplana, la propia ONU, terminada la primera parte de la guerra, la destrucción del régimen genocida de Sadam, respaldó legalmente la ocupación de Irak por los aliados, casi 60 países. Y España, ya en manos de Zapatero, votó a favor de esa resolución mientras desertaba de las trincheras iraquíes. Pero esos dos hechos legales y recientes no podían oponerse al deseo de los orondos diputados de retratarse en plan heroico resistente. Al cabo, lo más urgente de un progre es siempre labrarse un pasado. Y ahí estaba el partido transversal de la Curva de la Felicidad para demostrarlo.
Blanco y los de la cintura garrida acabarán proclamando que fueron Aznar, su yerno y Fernando Alonso, con un monoplaza de McLaren, los que derribaron a Sadam, pero lo cierto es que en las Azores estaban Blair, George Bush, Durao Barroso y Aznar. Y que después de la guerra, exclusivamente angloamericana, fueron varias docenas de países de Europa, Asia y América los que acudieron a reforzar a los vencedores y favorecer el cambio de régimen.
No sé si Garzón, héroe intelectual de estos tíos que siguen luchando contra Aznar mientras se niegan a debatir el aumento de tropas en Afganistán, pensará juzgar a 50 jefes de Gobierno o de Estado. Es muy capaz, pero debería empezar por su Míster X, el que realmente nos llevó a la Guerra de Irak. Y Zapatero, callaba.
Lo que querrían éstos no es juzgar a Aznar, sino cargárselo en la cheka. Es lo que les va.