En su afán por rebobinar la historia de la música, el inglés Matt Elliott ha recorrido un camino que parte de la electrónica experimental y que ahora llega a los sonidos balcánicos y eslavos. Desde el momento en que dejó a un lado su proyecto de drum'n bass The third eye foundation, Elliott fue abandonando progresivamente los ritmos sincopados y los samples que caracterizan este estilo, en favor de instrumentaciones tradicionales. Así, su último disco, Failing Songs abunda en coros de aires religiosos, violines sacados del centro de Europa y guitarras bañadas en el Mediterráneo.
Elliott se encuentra actualmente embarcado en la gira de presentación de su nuevo disco que, tras pasar por Madrid, Valladolid y La Coruña, arribará a Castellón (día 28), Valencia (29), Barcelona (30) y Huesca (31), para luego detenerse en el festival Territorios de Sevilla (25 de mayo) y en el Primavera Sound (2 de junio).
«Lo que más me atrajo de la música del este de Europa», explica Elliott, «es que, al fin y al cabo, el rock, el blues, el dance y la mayoría de la música occidental es muy simple. Por ejemplo, en los tiempos que hacía drum'n bass acabé aburriéndome y empecé a meter un poco de aquí, otro de allí. Al final, tuve que abrirme para poder desarrollar mi música. Prefiero esto porque es una forma mucho más dinámica de crear».
En este nuevo capítulo, Elliott ha trabajado básicamente con la guitarra, aunque contando con la colaboración de la violinista española Patricia Argüelles, que firma conjuntamente casi todas las canciones, y con el multiinstrumentista Manyfingers.
El resultado de este viaje, apetecible entre los indies que forman el grueso de su público, aún tiene que pasar la prueba de fuego en los circuitos del este de Europa, aunque Elliott es optimista: «He tocado en Polonia y, milagrosamente, mucha gente de Grecia se ha interesado por este disco».
Para Elliott, el paso por la electrónica tiene algo de pecado de juventud. «Me he dado cuenta de que, cuando era un joven airado, el hacer electrónica era una forma de esconderme. Cuando publiqué The mess we made, mi primer disco en solitario, me dije que ya estaba bien de estar avergonzado».
El título del disco (Canciones de derrota) resume bien el aire de las letras que se respira en el interior: fusilamientos, poderosos sin escrúpulos, desamparados... En ocasiones, la música lóbrega acompaña a las letras, pero en otras se produce un contraste entre forma y fondo. «Me gusta lo de música alegre con letras deprimentes, más que nada, porque no creo que funcionase lo inverso», explica.
Su idea de derrota «no tiene que ver con el sentimiento individual, sino con la derrota colectiva de millones y millones de personas». Para él, la realidad es como una película de Kubrick en la que una minoría desquiciada juega con el destino de la población mundial.