España es cada vez un país más singular. Los periodistas daneses se quedaron ayer bastante sorprendidos por el atrezzo de la improvisada sala de prensa que la Federación Española había preparado para la ocasión. Tenían que ofrecer sus impresiones Casillas, Villa y Angel; después de ellos, Luis Aragonés. Una mesa, tres sillas comodísimas, tres micrófonos y un montón de banderas alineadas a la derecha y a la izquierda; en total, 19; ninguna era de España. Cantabria, Andalucía, Cataluña, País Vasco... Todas menos las de España.
Los propios jugadores se quedaron bastante extrañados, pero hay cosas que ya han dejado de propiciar sobresaltos. Luis no se dio cuenta porque bastante preocupado estaba él en lo suyo.
Más le vale a la selección española estar hoy más unida que nunca para sacar adelante un partido que huele a final. «Si no ganamos, prácticamente diremos adiós al tren de la Eurocopa», afirma sin remilgos Iker Casillas, un joven con nada menos que 66 partidos internacionales en sus guantes, que hoy será de nuevo el capitán y que lleva esto de la selección metido en el alma: «Cuando formamos juntos y escucho el himno pienso en toda la gente que está detrás de nosotros, que espera lo máximo, y eso me produce una emoción incomparable con cualquier otra».
Por extraño que parezca, en esta ocasión no depende del guardameta del Real Madrid que España no se baje del tren europeo. Al menos, no depende en exclusiva. Iker puede estar excelso esta noche, pero si los demás no marcan, no habrá nada que hacer, a menos que Casillas termine haciendo de Palop: «Si vamos empate y tengo que subir en la última jugada para rematar, no me lo pensaré, dice Iker».
Para que eso no tenga que producirse, ahí están David Villa y Fernando Morientes, que serán los delanteros titulares. Sólo una inesperada recaída de Morientes, que jugará infiltrado en un dedo del pie, daría paso a Fernando Torres, al que Luis prefiere, de momento, para desatascar los encuentros cuando los defensas de enfrente se hayan cansado algo: «Él tiene una velocidad enorme y también tiene gol».
Hay pocas dudas sobre que en cualquier encuesta que se haga a la afición, los dos jugadores imprescindibles» para el partido de hoy serían Casillas y Villa. El delantero lo asume con enorme naturalidad, sin duda porque éste es de esos duelos que parecen hechos para él. ¿Queréis goles?, pues aquí estoy yo», parece soltar a los cuatro vientos. «Tengo muy claro que mi misión es marcar goles», afirma a los periodistas. No se asusta lo más mínimo y no se anda con especulaciones para agradar el oído a sus compañeros.
Villa tiene muy claro, al igual que Morientes, que a Dinamarca hay que bajarle los humos cuanto antes: «Lo ideal sería hacer un gol en los primeros 20 minutos». Se supone que aunque eso no se logre, a los jugadores españoles no se les va a poner un nudo en la garganta como al acusado que se pone en pie a la señal del juez. Morientes saltará al césped probablemente infiltrado en un dedo, pero Luis les prefiere juntos, a la vista de lo bien que se entienden en su equipo de origen.
Luis Aragonés está convencido de que en esta ocasión ha preparado psicológicamente a sus chicos. Es sabido que él ha entonado su mea culpa por la derrota en Irlanda del Norte, después de que España se hubiera puesto dos veces por delante: «No les preparé bien». Ahora es diferente. Durante la sesión de vídeo del jueves y ayer durante todo el día, el seleccionador buscó a unos y a otros, en particular o en grupo para meterles en la cabeza la trascendencia de lo que pasa esta noche.
«Ya lo he comentado con anterioridad, que quien más se juega es mi país, luego la Federación y luego yo». Se le recordó que Angel Villar tiene decidido mantenerle en el cargo en el hipotético caso de que no se ganara a Dinamarca; o sea, que el lunes estaría al frente de la expedición con destino a Mallorca, donde el miércoles se deberá jugar otro partido en el que no se permite ni el empate, ante Islandia.
«Si no nos metemos en la Eurocopa será un fracaso, pero yo no pienso en fracasar». Le costó decir la palabra, porque es una de ésas, por no decir la única, que es maldita para los seleccionadores. Temblaba ante ella Javier Clemente, cada vez que se la ponían delante; y también temblaba José Antonio Camacho, y eso que él era de los que partía piedras con la cabeza. Los anteriores lo veían más natural.