RUBÉN AMON
El Inter de Milán podría proclamarse campeón de liga el 18 de abril, es decir, 40 días antes de finalizar oficialmente el campeonato italiano. Nunca se había producido en la historia moderna del calcio una distancia tan grande entre el primero y el segundo clasificado (actualmente se eleva en 18 puntos). Tampoco había sucedido que la maquinaria arrogante del líder funcionara sin momentos de desfallecimiento ni de relajación. Mancini ha conseguido el equilibrio quimérico del pragmatismo y de la calidad sin necesidad de encomendarse a la vieja ciclotimia de las referencias individuales. No importa quién juegue ni dónde lo haga. Carecen de interés los años, los galones. Prevalece, en cambio, el esquema táctico e impresiona más aún la suficiencia colectiva, aunque no pueden negársele a Ibrahimovic el mérito de haber demostrado sus propiedades venenosas cada vez que se maneja en los espacios del área enemiga.
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Estadísticas. Los 76 puntos del Inter provienen de haber ganado 11 partidos en casa y de haber sumado 13 victorias fuera de San Siro. Resulta, además, que el club de Moratti únicamente ha cedido cuatro empates, mientras que el casillero de derrotas permanece desierto. Mérito de una delantera sin competencia (61 goles a favor) y de una defensa que únicamente ha encajado 23 tantos. Son estadísticas que provocan estupor y que desorientan la vieja rivalidad del fútbol italiano, aunque la idiosincrasia maldita del Inter, extrapolación cosmopolita del Atleti, influye negativamente en el expediente inmaculado del año 2007.
Relatividad. El club italiano lleva sin ganar un título de liga desde la temporada 88-89. Es verdad que los tribunales deportivos le otorgaron en los despachos el campeonato del año pasado, pero muy pocos tifosi se han atrevido a celebrar la carambola. Era una edición envenenada, adulterada por el escándalo de los arbitrajes partidistas y por el hedor que desprendían las cañerías de la mafia bianconera. Nada que ver con la pulcritud del actual campeonato, aunque la victoria final del Inter permanece relativizada por la condena de la Juve a la serie B, por los puntos de penalización que los jueces le endosaron al Milan antes de iniciarse la liga y por el desinterés con que los italianos asisten a la liga en curso. El atracón del Campeonato del Mundo ha saciado la fiebre del balón tanto como lo ha hecho el paseo sin competencia de los interistas. De hecho, el diario La Stampa publicaba un informe estadístico según el cual los transalpinos asisten con más regularidad al teatro que a los estadios de fútbol. Es un contexto adverso que desorienta a la impenitente familia interista. Un vacío que se añade a la traición de Ronaldo, a la eliminación de la Champions League en octavos y al interés con que los medios informativos jalean el regreso de la Juve a la serie A. También este año la Vecchia Signora será campeona de Italia.
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