LEOPOLDO ALAS
Aunque lo invoque el ex jefe de la Casa del Rey, el espíritu de la transición no deja de ser un espíritu. Al PP le gustaría ser la UCD de entonces, pero se parece cada vez más a AP, su verdadero origen. Se ha vuelto un partido de agitación y, sin decir la enormidad de que desea volver a la Guerra Civil, como hizo Polanco en una junta de accionistas, sí digo que los dirigentes del PP buscan día a día la confrontación mientras, con un cinismo asombroso, culpan de ella al Gobierno.
Pero la gente no es tonta. Ellos creen que sí y en esa convicción, que desprecia la inteligencia del pueblo soberano, en una época en que el acceso directo a la información global vuelve inútiles los intentos goebbelsianos de convertir las mentiras en verdades a fuerza de repetirlas, es muy probable que pierdan las próximas elecciones generales en las urnas, que es donde se ganan o se pierden. Conste por lo demás que me parece bien que hayan descubierto la calle. Su nueva costumbre de manifestarse sin parar intentando apropiarse de la bandera de todos los españoles les da un punto antisistema que antes fue patrimonio de la izquierda, un aire faldicorto que les rejuvenece.
Pero en plena modernidad líquida nada se consigue desde la rigidez del dogma y, como no salgan del atolladero en que se metieron por falta de reflejos, se quedarán para vestir santos, y nunca mejor dicho. Lo que yo quería decir es que hoy resulta tan siniestra la política (y la cultura tan sosa y repetitiva), que el diseño y la moda se están convirtiendo en el auténtico motor del encuentro social. Y además, en estaciones de tren.
El miércoles, en el restaurante Samarkanda de la estación de Atocha, celebramos con Paola Dominguín su nueva colección de joyas. Al día siguiente, en la discoteca Macumba de la estación de Chamartín, los de Calvin Klein dieron un fiestón para presentar sus nuevas fragancias de mujer y hombre. Cócteles, sonrisas, photocall, belleza y simpatía a raudales. La ciudad se contonea y se divierte ajena a los malos humores de la política, al trasiego judicial, al veneno de los predicadores del desastre y a la ira exagerada que las televisiones muestran en su fatua crudeza. Somos una red de ciudadanos libres, emprendedores e intensamente intercomunicados que se toman en serio lo de Be water. Nos hemos adaptado bien al cambio permanente y nos encontramos en las estaciones. Así viajamos lejos de una realidad sombría que no es la nuestra, sin padecer humillaciones en los aeropuertos.
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