Bien calificada como Reserva de la Biosfera, parece que la Sierra Norte siempre ha sido eso: pueblos bonitos y paisanos que se dedican a la contemplación de sus tierras y sus vacas. Punto.
Esta comarca del norte madrileño, sin embargo, fue hasta hace no demasiado un conjunto de poblaciones que hacendaban con los rebaños trashumantes, que cultivaban panes de cereales sin cuento y que sacaban tesoros minerales de su subsuelo.
El turista que hoy llega a la Sierra del Rincón, con el único objetivo de trapiñarse un asado y, a lo sumo, asomar las narices a las puertas del Hayedo de Montejo, poco o nada sabe de todo aquello.
Para enriquecer tan corta perspectiva, no hay mejor medicina que echarse a andar por la calle del Pez, en la parte baja de Prádena del Rincón, en busca del arroyo de la Garita. La historia tejida junto a sus aguas, aportará un poco de luz a tamaño desconocimiento.
Viejos molinos, explotaciones mineras abandonadas y sendas ovejeras son los protagonistas de este escondido escenario, cuya brevedad acentúa su intensa lección de paisanaje que entrega.
El desarrollo sostenible que ha propiciado la concesión del citado galardón de la UNESCO, se nota en Prádena a poco que se pisen sus calles. Así, a la sombra de la iglesia parroquial de Santo Domingo de Silos, se extiende la batería de las bocas de los contenedores subterráneos de basura. Algo que no existe ni en la capital de España. El único pero es lo desafortunada de su situación, justo a los pies del ábside y la preciosa galería del templo parroquial.
Desde este punto, la calle del Pez marcha hacia el norte y empalma con la del Carbón, que baja a la izquierda y se convierte en el camino del Molino. Esta vía lleva a la depuradora, aunque un centenar de metros antes de alcanzarla, hay que tomar un escondido camino que, a la izquierda, se escapa entre sendas vallas. Luego pasa junto a una perrera y cruza una cancela.
Ya estamos en el cauce del arroyo Cocinillas, al que se desciende, para cruzarlo por un puente de cemento. Aquí mismo está el primero de los cuatro molinos que movieron esta agua y que señalan la floreciente molienda que propiciaron los amplios cultivos de antaño. Es el molino de Prádena, en ruinas pero aún en pie sus recios muros.
Seguir rumbo norte y por la misma orilla del molino, buscándose la vida entre rocas y vegetación, pues no hay camino evidente. Se atraviesa un arroyo secundario y se deja una senda que se dirige a otro puente. Justo encima se descubren los restos de una mina de mica. Merece la pena encaramarse en sus escombreras.
Desde ellas, seguir campo a través, por terreno enriscado y abundantes zarzales. Sortear por la izquierda un estrechamiento del cauce, para descender de nuevo y remontar las aguas del arroyo hasta que se le junta el de la Garita. Seguir este cauce, que es el de la izquierda, hasta un tercer puente, a partir del cual y pegado a las aguas, aparece un camino que recorre en primer lugar una pequeña garganta.
Atravesado un portillo, que debe dejarse cerrado, aparece un poste de madera con una señal roja y azul. A partir de aquí el camino se define, resultando más cómodo. Ya bajo el caserío de Horcajuelo de la Sierra, se cruza un hilo de agua, para remontar la empinada cuesta sobre la que se asienta la depuradora. Sobre ella hay un mirador cuyo acceso conduce al interior del tranquilo pueblo serrano.
El regreso puede realizarse por el mismo camino, aunque por variar y poder contemplar el escenario en cuyo centro se extienden los barrancos de los arroyos de la Garita y Cocinillas, tal vez es más recomendable retornar por la carretera que pasa por Montejo y vuelve a Prádena, entre jugosos prados cuajados de vacas.
DIFICULTAD MEDIA
Campo a través. A pesar de la escasa longitud de la ruta, cuatro kilómetros, una hora, entre ambos pueblos, el camino no está demasiado bien definido en algunas partes, llegando incluso a desaparecer. El cauce del río es la mejor referencia.
Información: Sobre ésta y otras rutas, en el Ayuntamiento de Prádena. (Tel.: 918 697 058).
CENTRO DE INTERPRETACION
Vías pecuarias. A la entrada de Prádena del Rincón y junto al polideportivo, se sitúa un centro interpretativo del mundo ganadero de la Sierra Norte. Sus paneles cuentan la historia de la trashumancia y el pastoreo en la zona norte de Madrid, con curiosidades de aquella manera de vida que han quedado definitivamente desaparecidas.
PARADA Y FONDA
Pistas. Tanto Prádena (iglesia de Santo Domingo) como Horcajuelo (iglesia de San Nicolás y Museo Etnográfico) son dos de los pueblos de la Sierra que mejor conservan su arquitectura tradicional. Comer. El pajar de Iván, Horcajuelo. (Tel: 918 697 152). Dormir. Alojamientos Prado Elegido. (Tel: 607 748 690). Prádena.