Sábado, 24 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6306.
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La locura más teatral de Rossini
Opera. El Real representa por primera vez 'La Pietra del Paragone', escrita cuando el compositor de Pésaro tenía sólo 20 años. La versión la produjo el Rossini Opera Festival, en 2002, el coliseo recupera la escenografía de Pier Luigi Pizzi y le acompaña en la dirección musical Alberto Zedda
BEATRIZ PULIDO

La brillante luminosidad y la estética casi de revista de diseño imponen el asombro en el espectador nada más elevarse el telón de esta producción de la ópera rossiniana La Pietra del Paragone. Una piscina de una profundidad considerable asoma en el jardín de una casa de campo, cuyo interior se percibe a través de unos grandes ventanales y puertas correderas. La vivienda se yergue, solitaria, en el claro de un bosque de árboles frondosos. El blanco que se despierta en las paredes del escenario y reina en buena parte de la ornamentación, salpicada por unas notas de rojo, ayudan a que se imponga la claridad.

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El director de escena Pier Luigi Pizzi ha recuperado para el Teatro Real la escenografía de la producción que estrenó el Rossini Opera Festival en el año 2002. Lo que significa que algunos de los muebles que aparecen sobre el escenario: sombrillas, taburetes, mesas, pertenecen al propio Pizzi y han sido importados de una casa de campo que el artista tenía en Castel Gandolfo y que sin duda rememora cuando mira ésta que ha edificado sobre el escenario.

Pizzi, que había colaborado en otros montajes con el coliseo madrileño (caso de La Traviata, A midsummer night's dream y la zarzuela barroca, Celos, aún del aire matan), admitía que ha sido un placer trabajar en esta comedia, que «representa el teatro puro universal, que no parece nada hasta que los personajes empiezan a hablar y uno descubre que están vivos». Pizzi explicó a su vez que la historia está contada con sencillez y eso permite que los acontecimientos fluyan «de forma lógica y natural».

Tan sólo 20 años tenía Rossini cuando fue invitado por la Scala de Milán, que ya era uno de los teatros más prestigiosos de toda Italia, a componer una ópera. El músico de Pésaro no desaprovechó la ocasión y creó, con la ayuda de uno de los libretistas oficiales del coliseo milanés, Luigo Romanelli, una pieza que destila ingenio, originalidad y comicidad.

De alguna manera La Pietra delParagone estrenada en 1812 venía a refrescar un poco el ambiente del teatro musical un poco enrarecido en los últimos años del setecientos y ofrecía una nueva salida a la comedia lírica italiana.

Stendhal, que escribió la biografía de Rossini, ponía el acento especialmente en esta ópera que años más tarde quedó, sin embargo, relegada al limbo. El maestro italiano Alberto Zedda, a cargo de la dirección musical, en esta producción del Real, y especialista en la música de Rossini, comentaba, durante la presentación, que no entendía por qué había sido olvidada durante tanto tiempo y, de alguna forma, otorgaba el éxito de la resurrección «a la genialidad del director de escena, al restituir un libreto que parecía irrepresentable en un texto». Para Zedda La Pietra de Paragone es la mejor ópera de Rossini: «Empleó tanta inventiva y música, como para crear dos o tres óperas. Expresa tantas emociones... si la solución musical es difícil, la escénica es imposible». Quizá por eso la ópera no llegó a tener jamás la repercusión que tuvieron otras obras del compositor.

Embrollos afectivos

Los embrollos afectivos y amorosos se suceden alrededor de la figura de un conde (Marco Vinco) quien para encontrar una fiel esposa somete a las tres damas que le pretenden a divertidas pruebas y engaños, como una repentina ruina sobrevenida, o empleando disfraces absurdos, como el de un mercader turco, casi, al estilo CosíFanTutte, de Mozart.

La obra está cargada de ironía y de personajes frívolos que merodean al noble con diversas intenciones. Los intérpretes son prácticamente los mismos del estreno de Pésaro (Patricia Biccirè, Laura Brioli, Raún Jiménez, Pietro Spagnoli y Marco Vinco), salvo por las incorporaciones de Mari Ange Todorovich, Paolo Bordogna y Tomeu Bibiloni.

Los cantantes principales tienen un papelón, ya que se les exige mucho, tanto a nivel vocal como a nivel interpretativo. «Se necesitan grandes actores. Los personajes deben ser creíbles y hay mucho movimiento», admitía el propio Zedda. Precisamente para el director italiano, la presencia de personajes dotados de alma y de cerebro hace que se distancien de la farsa y de las figuras caricaturescas.

La locura y el desconcierto forman parte de esta trama, con la sátira y la ironía como elementos expresivos: «La presencia constante de la ambigüedad hace posible que una misma música sea capaz de retratar sentimientos opuestos».

Pizzi ha actualizado la ópera situándola en la década de los 70 del siglo XX. «La historia es universal y los personajes son actuales. El cambio de época ocurría de forma natural». Para el director La pietra no es una ópera buffa, sino un «paradigma de la comedia musical con un nivel muy alto de invención musical. En parte, gracias al trabajo de Romanelli, libretista de La Scala sutil, refinado y elegante».

No sólo destaca la escenografía sino el vestuario que ha diseñado el italiano para los principales protagonistas. «El vestuario está inspirado en las ropas que vestían amigos míos de aquella época. En aquel lugar he vivido algunas escenas similares a las que se narran en la ópera, lo que pone de manifiesto su vigencia y actualidad».

El trabajo de Pizzi, con más de 55 años de carrera a sus espaldas, fue elogiado también por el director artístico del Real, Antonio Moral, quien afirmó que éste era «uno de sus trabajos más brillantes: «por su frescura y el acierto e inteligencia con los que ha actualizado el libreto». Durante la representación, los personajes se intercalan con el público, interactúan con el director musical, al que por cierto uno de ellos le arranca de las manos la batuta y se pone a dirigir a la orquesta, para romperla segundos después; gracias a lo velocidad con la que se establecen algunos diálogos, juegan un partido de tenis. Los protagonistas se lanzan desde un trampolín a una piscina que debe tener unos metros de profundidad, El artista italiano ofrece soluciones escénicas inteligentes a los planteamientos del texto y de la partitura.

La Pietra del Paragone. En el Teatro Real (plaza de Isabel II, s/n), hasta el próximo 16 de abril.


Innovador de la escuela napolitana

En la época en la que Gioccachino Rossini comienza su carrera (1810), Italia se encontraba inmersa en una crisis política y también cultural, en materia teatral. Cuando compuso La Pietra del Paragone aún dominaba en el panorama operístico la llamada escuela napolitana, por la importancia de los teatros de aquella localidad italiana en el panorama lírico.

Napolitana era también la controversia que representaba el continuismo de la llamada ópera seria, rígida, centrada en temas históricos y mitológicos, y repleta de reglas, y la buffa, relegada durante mucho tiempo a teatros menores y que pretendía representar de una forma sencilla los hechos cotidianos, sin demasiada ostentación y una mejor ligazón de la trama. Los personajes adquirirían un perfil psicológico y no serían sacrificados en aras de los papeles vocales.

Conocido especialmente por sus óperas cómicas, fue uno de los máximos exponentes del bel canto del siglo XIX, género que realza la belleza de la línea melódica por encima del drama o la profundidad emocional. Rossini sería uno de los reformadores de la ópera seria y un perfecto continuador de las óperas cómicas de Mozart, Paisiello o Niccola Piccinni. El maestro Alberto Zedda compara La Pietra del Paragone con las óperas conversación que Strauss llevaría más tarde a su máximo esplendor.

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