Los dioses facilitan, sólo a los poetas, el primer verso; a los columnistas no nos ayudan los dioses, sino la actualidad y la prisa. Aunque no seamos poetas, sabemos que si tenemos éxito en el primer párrafo, ya hemos logrado la mitad del artículo. Para conseguirlo, cada letra en la primera línea debe sonar como una nota musical, y cada sílaba y cada palabra y el texto entero han de ser como un cuerpo bello y desnudo.
«Un texto es un cuerpo», dice el Breviario para actores -también para escritores- de Miguel Angel Conejero. Los políticos, los actores, los periodistas y hasta los vendedores tienen que convencer con la persuasión; el político, además, ha de convencer al votante y deslegitimar el discurso del adversario.
LLegó el terrorismo, se rompió el consenso y se resumió en dos el análisis de la calamidad, de esa nueva peste que conmina y acobarda a la Humanidad. Los discursos de partidos y medios se amalgaman, se acuadrillan. A la boca de los columnistas y tertulianos llega el consignazo y en los platós, los periodistas hacen mítines, se dejan aplaudir por una claque de bocadillo que ovaciona al gesto del regidor. No se preguntan, como hacían los magníficos sofistas, «¿qué vaciedad habré expresado para que me aplaudan?».
Los periodistas y los medios han sido los perjudicados en esa sinergia, en ese ayuntamiento ilógico, antinatural. Ante la incertidumbre, ese enigma casi teológico, surgen dos arcaicas línea de análisis: la retórica de la venganza, que es llamar hijos de puta todos los días a los terroristas, y la retórica de apaciguamiento y la discreción. Posiblemente, los dos diagnósticos sean estúpidos, pero han desembocado en la calle en un insoportable ruido de puñetas, y en un total bloqueo político. Un análisis acusa al Gobierno de traición, el otro se mueve en el voluntarismo, en el pensamiento mágico. Va a ser muy difícil llegar al fin de ETA si los dos partidos siguen destruyéndose, el uno con el anca de la traición y el otro con la del rencor.
Según Primo Levi, quien miente sobre el terrorismo falseando la irrefutable realidad obtiene réditos políticos. «El paso silencioso de la mentira al autoengaño es útil, porque quien miente, aunque sea de buena fe, miente mejor». Los partidarios de la trata utilizan un análisis, igualmente nocivo, porque la mejor arma de los terroristas es la publicidad, y si el discurso no les es hostil, se crecen, se sienten invencibles. Hay que romper esa sinergia y no repetir el sermón ideológico hasta la náusea.
Los políticos son imprescindibles, pero no encuentran nada nuevo en las tiendas del pensamiento ni en los grandes almacenes de las ideologías. Ellos tienen que beber vinagre y comer cocodrilo todos los días; a nosotros no nos vota nadie. Debemos enfrentarnos al antifaz espolvoreado de dinamita, pensando que nuestra ética es siempre compañera del estilo, y no debemos adoptar el papel de papagayos, aunque seamos víctimas de la caza de brujas que se vislumbra.