Domingo, 25 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6307.
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 CRONICA
GALARDONES DARWIN / LOS MAS MACABROS
Premio al más estúpido (vivo o muerto)

El origen. «Debido a esta lucha por la vida, cualquier variación, no importa cuán pequeña sea o la causa de su procedencia, será, en alguna medida, beneficiosa para el individuo o para la especie».

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La frase procede de El origen de las especies de Charles Darwin, y resume el pensamiento del naturalista y, en general, toda su Teoría de la Evolución. En otras palabras: los seres más capaces sobreviven. Los que no, desaparecen. Así que, si alguien se muere por causa de su propia estupidez, estamos de enhorabuena. No sólo es un idiota menos en el mundo. Es, también, un idiota que no va a transmitir sus genes a las generaciones futuras. Por citar a otro gran científico, Albert Einstein: «Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy seguro respecto al primero».

Wendy Northcut es una programadora informática californiana de 44 años, que estudió Biología en la Universidad de Berkeley, y lleva combinando desde 1994 a Darwin y a Einstein. El resultado son los galardones más macabros que se puedan imaginar: los Premios Darwin. Su objetivo es premiar las muertes y los accidentes más estúpidos. O, como explica Northcut, «premiar a aquellas personas que mejoran la dotación genética del ser humano eliminando su propia dotación genética».

Hasta la fecha ha habido 700 ganadores del galardón. Son gente como el chatarrero brasileño que quiso desmontar un lanzagranadas cargado perforándolo con un martillo neumático. O Jason y Sara, dos jóvenes de 21 años de Florida que se pegaron un buen colocón de helio metiendo la cabeza en un globo publicitario inflado con ese gas, sin recordar que el helio es también venenoso. O el pastor protestante de Gabón que, convencido de que Dios le había dado la facultad de caminar sobre las aguas, intentó dar un paseo por el Océano Atlántico que le provocó la muerte por inmersión. O Phil Harris, un inglés de 60 años que, cubierto de parafina de la cabeza a los pies para tratar una enfermedad cutánea, tuvo tal necesidad de echarse un pitillo que se metió en el conducto de ventilación del hospital y allí ardió vivo cuando la colilla del cigarrillo prendió fuego en su piel.

Los casos anteriores están entre los ganadores de la edición de los Premios Darwin de 2006. Y eso no es fácil. Para acceder a tan selecto grupo, uno tiene que sufrir un accidente que cumpla cinco características: 1) Reproducción (incapacidad para volver a reproducirse, lo que no implica necesariamente muerte, sino también castración, como le sucedió al estadounidense que en 1998 mantuvo un breve encuentro sexual con su aspiradora, «sin saber que la succión de la máquina era generada por una cuchilla giratoria»). 2) Excelencia (que sea algo memorable). 3) Autoselección (que la víctima sepa que era algo que no debía hacer). 4) Madurez (que el premiado sea mayor de edad). Y 5) Veracidad. Es decir, que sea una historia real. Un eterno problema a la hora de decidir quiénes son los premiados, dada la proliferación de leyendas urbanas más o menos macabras.

Pero, pese a esas aparentemente difíciles condiciones, la verdad es que los Darwin rebosan cada año de candidatos. Los vencedores, aquellos que de verdad se mueren, son elegidos por votación popular. Basta con entrar en la web www.darwinawards.com, y votar. Aunque decidir quién ha tenido la muerte más estúpida no es tarea fácil.

¿Acaso el fotógrafo estadounidense que, haciendo un reportaje sobre saltos en paracaídas, se emocionó tanto que se olvidó ponerse él mismo uno cuando se tiró del avión? ¿O el del californiano que, para tranquilizar a su adorada mujer, muy preocupada por la seguridad de las 70 armas de fuego que tenía en su casa de California, se puso un revólver en la barbilla y apretó el gatillo, sin haber comprobado primero si el arma estaba descargada? ¿O el del iraquí que mandó una carta bomba sin suficiente franqueo, pero dejando claro su nombre y apellidos en el remite, y que la abrió cuando el cartero se la devolvió? ¿O el del brasileño que entró con una antorcha encendida en un depósito de gasolina?

Son historias surreales, pero de la vida real. Y también del celuloide. Semanas atrás se estrenó en Estados Unidos The Darwin Awards, una comedia inspirada en los premios ideados por Northcutt, y protagonizada por la estrella de los 90 Winona Rider y Joseph Fiennes, el protagonista de Shakespeare in love, y cuyo hermano Ralph protagonizó El paciente inglés. Aunque, como era previsible, The Darxin Awards recibió unas críticas horrorosas en el Festival de Cine Independiente de Sundance -creado en 1981 por el actor y director de cine Robert Redford en la ciudad de Park City (Utah)- y su resultado en taquilla parece que va a ir por los mismo derroteros.No podía ser menos, dada la temática de la película.

Como dicen los anglosajones, «es arte que imita a la vida que imita al arte»./ PABLO PARDO


CLAVES

OTROS FINALISTAS LOCOS

En Vietnam, tres chatarreros hallaron una bomba de 300 kilos la guerra contra EEUU sin explotar, y para romperla la tiraron por una colina. Explotó y les mató. / Un tipo, que iba dormido, se pasó de estación en Nueva York, y al despertar decidió tirarse en marcha del tren. Iba a 80 Km./h. y encima estaba cruzando un puente. Se mató.

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