Todo surgió a raíz de una reciente carta dirigida por Alvaro a un diario local, donde criticaba duramente a los políticos sorianos y a la Junta castellano-leonesa, del PP, por la ubicación elegida para la citada ciudad, el paraje del Soto de Garray, donde entre otros edificios, se proyecta una urbanización de 800 viviendas. Algo que Alvaro calificaba de «burda operación especulativa». Paradójicamente, aunque la Junta es ahora promotora de la iniciativa, la idea inicial del proyecto partió de su propio hermano, Amalio, y la entidad que preside, el Foro Soria 21, adalid de la defensa del medio ambiente y el desarrollo sostenible en dicha provincia.

Esto hizo presumir un enfrentamiento fraterno que, según asegura a Crónica un colaborador de Amalio de Marichalar, es falso. «Amalio tampoco está de acuerdo con el enclave elegido, ni con la urbanización de 800 chalés, que el proyecto inicial no incluía, y es un añadido de la actual Junta». Según explica dicha fuente, se trata de una diferencia de caracteres. «Amalio es más templado que Alvaro, y tampoco se quiere enfrentar públicamente a los políticos locales ni a la Junta, del PP. Pero hay tensiones soterradas. A eso se añade la pretensión del ayuntamiento popular, con el apoyo del PSOE, de expropiarles 100 hectáreas de su finca en Soria para construir un polígono industrial, a lo que se oponen.

Aunque recibirían millones de euros de indemnización, prefieren mantener el patrimonio familiar. Son nobleza chapada a la antigua, que aún conserva tradiciones como rezar antes de comer o inclinarse al pasar ante una bandera de España»

Nietos del vizconde de Eza, ministro de Fomento y Marina con el Rey Alfonso XIII, los hermanos Marichalar fueron educados por su padre, ingeniero agrónomo y militar, con disciplina casi cuartelaria. Como ejemplo, para que sus hijos aprendieran idiomas, además de mandarles al extranjero, en la mesa les prohibió hablar castellano, obligándoles a hacerlo en inglés o francés. Además de maneras aristocráticas, Don Amalio, les inculcó el ideario del escudo familiar «Fidelidad a Dios, al Rey y a la patria». No en vano en su palacio soriano se conserva intacta la habitación que ocupó Alfonso XIII cuando pernoctó en 1919. A esto añadía el respeto por su apellido, la honradez y la unión familiar. Algo que llevan a gala sus hijos, pese a tener vidas y caracteres dispares.

Amalio, de 49 años, licenciado en Derecho, es ejecutivo de Winterthur, empresa de seguros cuya fundación cultural preside su hermano, el duque de Lugo. Casado con Amalia del Corral, y padre de tres hijos, tiene también una oficina inmobiliaria en Madrid de la que se ocupa su mujer. Ana, de 47 años, casada con Luis Coronel de Palma, es también madre de tres hijos y estudió farmacia, pero se dedica a la restauración de obras de arte. Alvaro, de 45 años, soltero, se licenció en empresariales en Estados Unidos y es famoso por sus travesías en moto de agua, siendo el primero en cruzar el Atlántico en esta embarcación. Jaime, de 44 años, casado con la Infanta Elena, se especializó en gestión de empresas, y además de trabajar en la entidad Credit Suisse, se sienta en varios consejos de administración, como Loewe o LVMH. Es el padre de Froilán y Victoria Federica. Luis, de 41 años, piloto, es comandante de la compañía Spanair, y también tiene dos hijos, como Ignacio, de 39 años, licenciado en Empresariales y propietario de una empresa de comunicación.

En total, seis hijos y 12 nietos (siete niñas y tres varones) a los que la matriarca le gusta tener cerca. Concepción Sáenz de Ripalda, de 75 años, se quedó viuda con 47 años, seis hijos adolescentes y sin fortuna. Su marido falleció de un accidente cardiovascular. Es una mujer sobria, muy religiosa y discreta. Aunque mantiene en Madrid casa en La Moraleja, ahora está casi afincada en Soria. Por eso sus hijos acuden allí los fines de semana bien al palacio de los Sanclemente, o a Garrejo, una finca de 800 hectáreas ubicada en Garray, cerca de Soria. Allí cada hermano tiene su vivienda, consistente en pequeñas casitas de piedra.

Los Marichalar se consideran tan navarros como sorianos, pues menos Luis, nacido en San Sebastián, los demás vinieron al mundo en Pamplona. Amalio y Alvaro siempre estuvieron muy unidos, porque además de estudiar internos en el colegio de los jesuitas de Burgos, compartían cuarto, mientras los tres pequeños dormían juntos, y Ana tenía su habitación. Según un miembro de su círculo «al perder a su padre, Alvaro vio en su hermano mayor un referente, por su templanza y serenidad. Por eso le dolió que se publicara que estaban enfrentados». Tanto que su respuesta al diario que sacó la noticia fue contundente, subrayando. «Quisiera aclarar a sus lectores que la familia Marichalar está felizmente unida»