Domingo, 25 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6307.
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I PREMIO VALLE-INCLAN DE TEATRO / Falta un día
¿Barcelona moderna, Madrid conservadora?
Ricard Salvat, Ignacio Amestoy, Santiago Fisas, Roger Bernat y Blanca Marsillach valoran las diferencias entre las carteleras de las dos ciudades que prácticamente monopolizan el teatro en España... Y llegan a escasos acuerdos
QUICO ALSEDO / NURIA CUADRADO

DEBATE: PUENTE AÉREO A ESCENA. 'Derbi' teatral. La capital mesetaria, contra la mediterránea. Cierta envidia desde Madrid por el hervidero de nuevos autores en Barcelona. Menos prejuicios entre el público madrileño frente al teatro convencional que en el catalán, que mira un poquito por encima del hombro (como históricamente) a su vecino castellano. Hasta aquí los tópicos. ¿Cuando el río suena, agua lleva? ¿Será todo eso cierto? Contestan aquí personajes de uno y otro lado del puente aéreo, en el último debate como antesala del I Premio Valle-Inclán de Teatro, organizado por 'El Cultural', auspiciado por EL MUNDO y patrocinado por la Fundación Feima de Galicia. Y destacan algunas constantes: falta autocrítica, por ejemplo. Al fondo, quizás la política emborrona el panorama. Veamos.

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MADRID / BARCELONA.- Puente aéreo teatral. Dramático derbi en las escenas. ¿Qué tiene Barcelona que no tenga Madrid? ¿Es verdad que en Cataluña se mima más la escena alternativa, que gusta más el riesgo, que el musical pincha?

Al fondo, los tópicos más recurrentes sobre el negocio cultural en las dos capitales de España: ¿Barcelona más europea y un pasito por delante respecto a Madrid? ¿O el crecimiento de esta última (que, no lo olvidemos, ya casi dobla en población a la ciudad condal) hace que la diversidad sea mayor? ¿Barcelona más moderna frente al tradicionalismo castellano?

Además, ¿por qué apenas no entran en Barcelona compañías madrileñas, y sin embargo sí viceversa? ¿Es que el tema de la lengua efectivamente funciona como filtro? ¿Juega algún papel la alargada sombra de la dictadura franquista? Cuestiones sin una respuesta matemática, pero rodeadas, casi sepultadas por opiniones. Aquí, a continuación, varias de personajes de aquí y de allá.

De todo, a lo largo de 50 años de teatro, ha visto el director Ricard Salvat (Tortosa, 1934), hoy responsable del Festival Entreculturas de Tortosa, que pasa ahora a ser bianual: «Evidentemente Barcelona era un punto de referencia del teatro en España, pero está perdiendo esa posición. En las décadas de los 60 y 70 éramos punta de lanza, pero no sólo ya estamos dejando de serlo, sino que, además, las compañías catalanas ya no acuden a Madrid con espectáculos en catalán como antes ocurría. En el 66 presenté Ronda de mort a Sinera de Espriu. En el 67 me invitaron para hacer una temporada en el María Guerrero con espectáculos de autores catalanes, aunque traducidos al castellano. Hicimos El auca del señor Esteve de Santiago Rusiñol, Misterio de dolor de Adrià Gual... Ahora esta situación no se da. Está muy bien que venga al Teatre Nacional de Catalunya [TNC] la Compañía Nacional de Teatro Clásico con Don Gil de las calzas verdes, pero algún espectáculo del TNC se tendría que presentar en Madrid y no es así. ¿Por qué? O porque las obras del TNC no tienen calidad o porque en Madrid no tienen interés por conocer a los autores catalanes».

Soltado ya el primer mandoble, Salvat acusa también de centralismo a Barcelona con respecto a su alrededor: «Si Madrid se mira el ombligo y se olvida del resto, Barcelona hace lo mismo con respecto al resto del territorio catalán. Y es culpa de la política de tierra quemada del pujolismo, que acabó con buena parte de los centros teatrales de fuera de Barcelona. Ahora, parece que la tendencia está cambiando y se han creado los centros del Vallés o de Reus».

Termina Salvat: «En Madrid había un grupo de intelectuales, Alfonso Sastre, Pedro Altares, José Monleón, que en momentos difíciles siempre apoyaban la cultura catalana. Pero ahora los intelectuales madrileños se han desentendido de Cataluña».

Chárter a Madrid, aunque no tanto: Santiago Fisas, catalán de nacimiento (Barcelona, 1948), dirige los designios de la política cultural madrileña desde la Consejería de Cultura de Esperanza Aguirre. Y dice: «Es evidente que el teatro en Barcelona es enormemente potente, cuántos grupos y grandísimos directores han salido de allí, pero también es cierto que tienen más facilidad para actuar ellos en Madrid que los madrileños en Barcelona. En Madrid es habitual que te encuentres, en cualquier función, actores o directores catalanes. Al revés, quizás la barrera del idioma funciona, aunque desde luego en Barcelona no se representa sólo en catalán. Opino que en Barcelona deberían hacer un esfuerzo por abrirse, y que todo fluyera más. Otra cosa que las distingue es que en Madrid funciona el musical y en Barcelona no. Madrid, en este apartado, es una de las capitales del mundo junto a Londres y Nueva York. Además, aquí están las grandes compañías estatales, que giran por todo el país, pero yo creo que deberían hacerlo mucho más aún (...). En Madrid sí que echo de menos una cosa: un teatro grande y moderno como en Barcelona están el Nacional y el de Las Flors. Espero que el Teatro del Canal [proyecto de la Comunidad, Fisas barre aquí para casa] cumpla ese cometido. En cuanto a festivales, opino que el de Otoño de Madrid está por encima del Grec, pero esto desde luego es una opinión personal. Para terminar, creo que debemos apoyar más desde los poderes públicos el teatro privado: el teatro público debe ser una sustitución del privado, y los festivales públicos deben traer sólo espectáculos internacionales tan caros que la iniciativa privada no pueda financiar. Nosotros tratamos de apoyar al empresario privado, por ejemplo con la Noche del Teatro [que tendrá lugar en Madrid el próximo 28 de marzo]».

Cambio de tercio. Roger Bernat (Barcelona, 1968), director de escena: «Donde hay falta de vitalidad es en la cartelera madrileña, ¿cuántos teatros programan habitualmente espectáculos internacionales? ¿Cuántos teatros en condiciones programan habitualmente espectáculos de danza? ¿Dónde están los creadores punteros madrileños? Gente como La Ribot, Cuqui Jerez, Juan Domínguez y Rodrigo García tuvieron que irse al extranjero para desarrollar sus carreras porque en Madrid y, en general en España, no era posible. Y, tras su éxito internacional, ni siquiera tienen visibilidad en la cartelera madrileña acorde con su posición en el mercado internacional. La miopía de los gestores teatrales madrileños, y no solamente me refiero a los municipales y autonómicos, es flagrante. Preguntarse ahora si Barcelona o Madrid están a la cabeza sin preguntarse cuál es su posición en el mercado internacional es de un provincianismo aterrador. Esta ridícula competición entre Madrid y Barcelona en cuanto a lo teatral es la mejor manera de seguir ocultando las verdaderas carencias de un sistema teatral que vive de espaldas a la realidad de lo que está ocurriendo desde hace años en el resto del mundo. Y máxime cuando todavía a estas alturas del siglo XXI Madrid se permite censurar espectáculos que en cualquier otra parte del mundo serían considerados perfectamente inocuos».

Vamos, que a Bernat no le gusta nada, pero nada, lo que pasa en el Madrid teatral. ¿Y en cuanto a relevo generacional? En general, contesta Bernat, «quizás se esté dando en ambas ciudades un relevo generacional, que no es lo mismo que el relevo ideológico, porque se da oportunidad a las nuevas generaciones que repiten patrones, no a los que han demostrado que tienen objetivos nuevos, a los que apuntan mecánicas de gestión, creación y distribución más acordes a las necesidades de nuestro tiempo».

Turno para Madrid, y para Ignacio Amestoy (Bilbao, 1947), autor, director de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y en general agitador teatral de entusiastas tentáculos y larga experiencia en la cartelera madrileña: «En Barcelona existe un equilibrio entre lo público y lo privado que no hay en Madrid, que es una babel teatral donde triunfa el caos, donde conviven el Marat-Sade con Mamma mía, el Español con Kushner con la cabra de Pou... En Madrid están todos los teatros posibles, Barcelona en cambio es más selectiva. Luego, la empresa catalana es admirable con el ejemplo de Focus, que está aterrizando ahora en Madrid, y además tienen varias compañías importante independientes: Boadella, Comediants... En Madrid no, sólo algunos francotiradores».

Amestoy sigue con la autocrítica: «En Madrid sería necesaria una mejor distribución de funciones entre el sector público y el privado. Ahora, el público busca el éxito sin pararse en barras económicas, haciendo competencia desleal al privado, que tiene que buscarse la vida. En cuanto a público, ambas ciudades andan a la par: el público español hoy está muy bien informado, muy formado... Tal vez el madrileño sea más receptivo hacia todo tipo de teatro y el de Barcelona esté más politizado... Ah, y otra cosa: el sector alternativo es mucho más dinámico en Madrid que en Barcelona, pero allí se da más cancha al nuevo autor y al riesgo emergente, y hay un mejor puente entre lo alternativo y lo convencional».

Con un pie en ambos lugares, Blanca Marsillach, nacida en Barcelona en 1966 y que, sin embargo, apenas puede llevar su compañía a su tierra: «Madrid es mucho más fácil, puede venir todo el mundo, en Barcelona es muy difícil entrar, la cuestión del idioma es un problema y, la verdad, Focus lo tiene copado. Yo soy catalana, pero si no hago teatro en catalán, el circuito está cerrado. Respecto al nivel y el riesgo, creo que es parecido en los dos sitios, y no creo que el público barcelonés demande más riesgo, ni que el teatro que se haga allí sea mejor. Al final, todos los seres humanos somos parecidos. Por la noche, todos nos acostamos. No, no creo que haya apenas diferencia», termina Blanca Marsillach.

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