DEFINICIONES
Eran las 12 en punto cuando, en Madrid, asesinaron a mi madre.
Eran las 12 en punto cuando dos desgraciados le quitaron su fortuna y su vida..
Eran las 12 en punto de la primera Nochebuena del tercer milenio..
Ojalá que ambos (después de hundirse en el crimen y castigo del corazón) alcancen el arrepentimiento y su esplendor. .
«¿Y si habláramos de ella?», se pregunta el número uno de los cirujanos, Bernard Debré[***], en su último libro. Acaba de publicarlo, con este mismo título, en las Éditions du Rocher de París. A la gloria de Ninette, Anne-Marie, maman. Debré reconoce que esposa de e hijo de es una etiqueta para celebrar al marido o al padre, pero olvidando que, en esta ceremonia de la alteridad y sus confusiones, el hijo sale menos mal parado que la madre...; «por eso mamá, quiero hablar de ti a aquéllos que no te conocieron o pasaron junto a ti sin verte». Este ejercicio de admiración es la biografía de la esposa del Disraeli francés, el primero y prèmier ministre gaulliste, Michel Debré[*]. Pero también es un himno a la mujer que vivió la Résistance, el retorno del general De Gaulle[**] y la redacción por su propio marido de la Constitución de la IV République.
Espléndida mujer[***] que al final de su vida supo hacer frente a las tragedias que provocaron el parkinson de su esposo o la toxicomanía de uno de sus propios hijos. Pero sus dos mellizos se han izado a lo más alto de la política y de la medicina: Jean-Louis[¿] es hoy presidente de la Asamblea Nacional y del Consejo Constitucional, y Bernard, autor de numerosos libros de ética, historia y ciencia y alcalde del barrio XVI (de París), es catedrático de Medicina y profesor (en los hospitales del este de Shanghai y de Cochin de París). Aficionado al ajedrez como Mitterrand[], defendió las causas que éste combatía. Pero le cuidó como un santo de la medicina. «Cuando le operé en 1992 y en 1994, pasé muchas horas a su cabecera. La enfermedad no me permitía pensar en otra cosa que en mi deber clínico». Evocando lo mejor de Ninette se extasía: «Aquí y allí resplandores semejantes a los de las estrellas ya desaparecidas me recuerdan que nada termina nunca».
Manuel Serrano de Sevilla me escribe: «Acabo de asistir a su charla en la Universidad y al finalizar le he dado para firmar su Carta de amor. Es el libro que leí a mi madre, en su lecho de muerte. Ayer hubiera cumplido 79 años. Permítame, por favor, que le obsequie con este humilde texto [hermosísimo y largo poema que comienza «A la par que tus neuronas me estoy muriendo, madre»] que le dediqué a ella. Mi madre no se ocultó (como lo hizo el 6 de marzo, según usted dijo, su colega, el sátrapa patafísico Jean Baudrillard[***]). A los pocos días de morir se me apareció sonriente, amante, como ella siempre había sido... y sigue siendo...».
Jaculatorias (eyaculaciones, del latín jaculari):
Cuando el líder del marxismo unido me reprochó no formar parte del SAR (Sindicato de Abuelos Revolucionarios), hube de señalarle que el abuelo de Marx tampoco se afilió.
Otra calumnia de Bush: pretende que los kamikazes cuando tiran a matar, van con botiquín de emergencia.
¡Asombroso: la familia de la famosa tiene una vida sexual sin haber abierto un libro de Freud!
La ciudadanía no se interesa hoy por las corridas; la prueba: en los escaparates de El Corte Inglés ya no exponen toros vivos.
Cuando el presidente amnésico pregunta si alguien ha visto sus pastillas de Viagra[0.infty.], su ministro no debe decir «de vez en cuando».
¿De qué color es la chaqueta de los chaqueteros que mandan, cuando se miran al espejo?
Para que una tchistulari de Melilla[***] llegara a ministra de Trabajo, convendría que también tuviera otras habilidades.
Para anunciar a la ciudadanía el próximo parto de la princesa, los morteros de cemento van bajo palio.
En las Cortes el ujier dispone de un dado amañado, para que el presidente pueda ganar al parchís.
Cuando el príncipe compra un kilo de cerezas y las va catando todas, una a una..., contrariamente a lo que pretende la calumnia republicana, sólo tira las pochas.
Al ex presidente tanto le gustan los bonsais que sólo usa un consolador miniaturizado.
Otro arrabalesco: Si, fornicando con menores, el tiranosaurio y su premio Nobel se perdieran en el desierto de Gobi y toparan con un oasis en technicolor, sería porque llegaron al disneyland de París.
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