Domingo, 25 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6307.
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 DEPORTES
EL ANALISIS
Una victoria sin ánimo ni estilo
RADOMIR ANTIC

La selección demostró una vez más su falta de personalidad y bajo estado de ánimo. El resultado sirve para continuar en la carrera, pero de poco más en esta fase de clasificación. El análisis no puede ceñirse al pobre 2-1 contra una selección en inferioridad durante más de una hora. Los tres puntos no sentencian a España, sí lo hace su juego. La escasa autoridad, la baja autoestima que demuestra el conjunto de Luis Aragonés, no otorga esperanzas a la afición. España así sólo puede seguir en el fracaso. Porque la selección no debería aspirar a clasificarse para la Eurocopa de cualquier manera. Ése no es el camino. El todo vale tiene poco recorrido. Con esa difusa manera de entender el juego, la selección podría llegar al torneo y luego, qué. ¿Otra decepción? ¿Otra oportunidad perdida? ¿Otra generación quemada? Hay que tener un plan y por lo que se demuestra en el césped, no lo hay. Para qué clasificarse si lo único que espera es el ridículo ante bloques con mayor contundencia.

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Si España quiere ser grande y aspira a ganar debe encontrar su estilo. Objetivo imposible en los últimos tiempos, cuando en un mismo partido, como anoche, se ofrecen diferentes rostros, todos livianos, sin autoridad, expuestos siempre al rigor de cualquier rival con mayor poderío físico o mejor orden táctico. España dispone de jugadores que crecen con el balón en los pies, pero opta por regalarlo. Cuando el rival sufre con uno menos y el marcador sonríe, retrocede sin orden, se vuelve a tensionar el bloque. Los cambios del seleccionador en la segunda parte sirvieron únicamente para incrementar las dudas de una empresa temblorosa.

La calidad de los jugadores es indiscutible, pero su rendimiento en conjunto les deprecia. Sólo Silva pareció aislarse de la depresión, proponiéndose siempre como una vía de salida hacia la portería de una Dinamarca cercenada por la expulsión. Hasta ese momento, los nórdicos fueron superiores en todas las facetas. Ese comienzo dubitativo de España es el núcleo de las mediocres sensaciones que dejó de cara al futuro. Dinamarca no es ninguna potencia, pero supo poner de rodillas a una selección que jugaba en su capital, en un estadio lleno, el Santiago Bernabéu, que impresiona a cualquier rival. Cualquier ayuda externa se debe aprovechar para levantar la cara e imponer ritmo, juego, balón, agresividad... Querencia al dominio, valentía para imponer un estilo claro, con firmeza. ¿Qué estilo? Eso, lamentablemente, aún está por definir.

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