Y no fue para menos. Pocas veces como anoche, el veterano preparador sintió tan cerca, tan agarrado al cuello y a otras partes de su castigado cuerpo el peso de la excitación. El Santiago Bernabéu se volcó con la selección. Una marea de banderas de España en busca del himno viajaron durante toda la tarde por las calles de Madrid hacia un mismo punto. No había excusa para que un partido político protestara después por tal expresión de amor por los mismos colores.

«Gracias, Dios por ser español», «Cataluña is Spain», eran algunos de los mensajes pintados en negro sobre el rojo y el gualda. Las gradas no reventaron, pero estuvieron a punto de hacerlo. Importó lo justo el arranque más que amenazador de los daneses, pero en cuanto el árbitro les dejó con 10, la sensación de triunfo comenzó a masticarse.

Mientras el pobre Angel recibía los nervios a voces de su jefe, el Bernabéu se preparaba para el 1-0; se mascaba. Fernando Morientes miró al cielo cuando anotó el gol tranquilizador y la media luna que atendía al partido pareció temblar. Hacía mucho tiempo que el estadio del Real Madrid no se llevaba una alegría parecida. Ya es sabido que corren malos tiempos y que las emociones del conjunto de Fabio Capello son otras muy distintas. Y no es que el juego de España de anoche fuera para tirar cohetes, nada de eso.

La reventa se puso las botas y, por ejemplo, las entradas de 60 euros se vendieron pocos minutos antes del comienzo del duelo a 200. Un chollo concretamente para un propio que les encasquetó 10 de ésas a un puñado de daneses con unas cuantas cervezas de más. O de menos.

Con el 2-0, fiesta durante el descanso. Por sonar sonó hasta Paquito el chocolatero, lo que provocó el delirio del respetable, cada vez más respetable a medida que pasaban los minutos. No todo podía ser jolgorio, porque ya se sabe que a España los duros le cuestan seis pesetas. ¡Plass!, gol a Casillas después de un error de bulto de Javi Navarro. El dolor por el golpe o no duró nada o no se sintió más allás del saque del centro del campo. Eso sí, un poco más de ruido; el de los casi 5.000 daneses que ocupaban el segundo anillo del Fondo Norte. Un montón de rubias y de rubios comenzaron a soñar en su idioma. En el fondo estos familiares cercanos de los vikingos estaban jugando en casa.

El gol dejó un poco relajado a Luis. Ago así como ploff. Sabía que todo lo que gritara podría haber sido utilizado en su contra. Se metió en su banquillo y empezó a sufrir en silencio, porque veía que con 2-1 y pese a estar ante 10 desde hacía un montón de tiempo, la cosa no terminaba de entonarse. La sensación en la grada era totalmente diferente. La vida sonreía para los caso 75.000 tipos que desgastaban la eñe. Más ironías del fútbol: ovación en el Bernabéu para ¡un barcelonista! Xavi se fue del campo y le dio el paso a Xabi Alonso. Y no digamos nada cuando entró el del Atleti. Ovación multiplicado por 10 para Fernando Torres, que sustituyó a uno de los hijos predilectos del Bernabéu, Morientes. Para que alguien diga que hay cosas incompatibles.